XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Amigo

Cristina Cordero, 16 años

                Colegio Tierrallana (Huelva)    

Nacemos, decimos nuestras primeras palabras —las primitivas pequeñas ideas— y en seguida somos lanzados al mundo exterior. Una vez vemos el mundo con los ojos algo más abiertos, sin darnos cuenta, tenemos amigos a nuestro lado. Las primeras amistades son desinteresadas, joviales y algunas, efímeras. Lo que nos ha unido ha sido el similar contexto, la amistad de unos padres o la edad.

Conforme se crece, llegamos al siguiente nivel: cambian los resortes de las ideas, los lazos y la concepción del entorno. Inevitablemente también cambian los amigos.

La adolescencia es una complicada ración de nuestra vida, pues se derrumban numerosas amistades de la infancia a causa del célebre: “has cambiado”. Maduramos durante la adolescencia; cambiar es necesario para seguir forjando nuevas ideas, por lo que el final de aquellas relaciones de infancia tiene su motivo cuando el nexo de unión se queda en el pasado.

A partir de la adolescencia, las amistades que prevalecen son las que más brillan. Las nuevas que se anudan tendrán más papeletas para prosperar, al ser un momento complejo, en el que aún no somos adultos, ni tampoco niños. Necesitamos camaradas con los que compartir tanto las vanas preocupaciones como las más comprometidas.

Una vez hemos traspasado este nivel con éxito, las amistades no son tan numerosas pero sí más parecidas a la verdadera amistad, que se funda en el amor. Podríamos decir que hemos filtrado todas las relaciones y nos han quedado las que realmente estaban hechas para nosotros. En ellas se hunden los pilares del futuro: un compañero de trabajo que pasa a ser un hombre o una mujer inseparable, una conocida que resulta ser una cuñada o un mejor amigo que se convierte en esposo.

Tras formar la familia, te das cuenta de que el bucle vuelve a dar comienzo, pero esta vez, son tus hijos quienes ahora van a vivir la gran aventura de la vida junto a esos compañeros de navegación a los que llamamos amigos.

¿No es “amigo” una palabra valiosa?