XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Ante las noticias falsas 

Álvaro de Rábago, 16 años

Colegio Munabe (Vizcaya)

Desde que cualquiera puede lanzar una noticia aprovechándose del canal que nos ofrecen las redes, sin necesidad de acudir a las fuentes ni contrastar la veracidad de sus mensajes, nos hemos convertido en una especie estúpidamente crédula, capaces de dejarnos seducir por cualquier teoría conspiranoica.

Quién más, quién menos ha leído, al buen tuntún, algún breve sobre los illuminati, los reptilianos o cualquier otro grupúsculo que se presenta con su pretendida verdad. ¡Si hasta tenemos, en pleno siglo XXI, personas que afirman que la tierra es plana y que tienen pruebas para demostrarlo!... Los negacionistas de toda clase de evidencias copan los titulares, convertidos en grupos de presión dispuestos a que cambiemos de dieta o a eliminar la siesta del fin de semana de las costumbres del españolito medio. Por supuesto que muchas de estas noticias que nadie sabe de dónde salen nos causan risa, pero a veces la cosa se pone seria, muy seria, pues resultan demasiado seductoras para aquellos que pretenden vivir dentro de una película de James Bond.

Ruego al lector que se ponga en esta situación: una persona navega por internet y se topa con una entrada en la que “científicos reputados” defienden que la Tierra no es una esfera como nos han enseñado en el colegio sino un disco plano. Su primera reacción natural será reírse del despropósito, pero ante lo llamativo del titular curiosea en el texto movido por la curiosidad. Entonces descubre que lo que lee no resulta tan disparatado, pues aporta argumentos que parecen lógicos, sin conocer que los defensores de las noticias falsas usan evidencias muy visuales y sencillas de entender. Entonces, comienzan las dudas… ¿Será que la Tierra es plana? Atrapado por un hormigueo, busca otras páginas de internet sobre el tema. Unas dicen una cosa y otras la contraria. Mientras los científicos verdaderamente científicos escriben acerca de conceptos estrambóticos (gravedad, refracción, dinámica de placas…), los científicos de pega le dan con la verdad en la cara: <<Mira hacia el mar. ¿Ves alguna curva?>>; <<Cómo sabemos que las fotos que nos enseñan de la Tierra no están manipuladas?>>;  <<Los gobiernos nos ocultan la verdad. No hay más que considerar cuánto mienten los políticos>>.

¿Acaso los internautas que viajan por la red tienen culpa? En parte sí, ya que es necesario filtrar los contenidos para evitar convencerse a base de bulos. Y en parte no, pues la culpa es, en gran medida, del propio medio: internet, que si bien es un instrumento que nos brinda ocio gratuito, información ilimitada e inmediata, así como comunicación instantánea con nuestros allegados, tiene un lado oscuro: ser una enorme biblioteca sin bibliotecario, en la que cualquiera puede publicar una estupidez sin temer a las consecuencias, que aparentemente no existen. Hay personas que, además, buscan sentirse aceptadas en la comunidad y que no son capaces de aceptar que el mundo real está sujeto a leyes no sólo políticas sino físicas, y que, por muy edificante que sea dejar volar la imaginación, hay que ser capaz de diferenciar fantasía de realidad. Desenmascaremos a los monstruos hambrientos de la mentira, que siempre acechan una nueva presa.