XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Avance tecnológico 

Pablo Bosch, 16 años

Colegio IALE (Valencia)

Los lunes, en cuanto me levanto preparo la mochila del colegio. Lo primero que introduzco en ella es la tableta electrónica, que es la herramienta principal que tengo para aprender y trabajar durante toda la semana.

Mi generación ha nacido conectada a este tipo de instrumental, y parece que adivinamos su funcionamiento por instinto. Por eso tiene tanto mérito la gente mayor, mis abuelos, sin ir más lejos, que si en su juventud no pudieron imaginar la revolución electrónica y digital que llegarían a ver, hoy utilizan estos medios con la suficiente habilidad como para comunicarse en directo con un tío mío que vive en Islandia.

A cada poco aparecen teléfonos móviles más ligeros y con más herramientas, televisores con una calidad de imagen casi igual a la realidad o altavoces que suenan como si en frente tuviéramos al cantante. Cuando visito una tienda de electrónica y veo la resolución de los nuevos televisores, los móviles que acaban de salir o pruebo unos pequeños auriculares inalámbricos con los que parece que esté en la primera fila de un concierto, me pregunto qué será lo siguiente que se lance al mercado. Aquello que parece insuperable, en apenas unos meses ha mejorado: el 4G pasa a ser 5G; la pantalla en 4K pasa a transmitir en 5k y, además, con un cristal tan fino como el papel.

Gracias a las tecnologías, también la educación ha cambiado: mis clases no tienen nada que ver a cómo se impartían hace unos años: resultan muy amenas gracias a que el profesor completa sus explicaciones con vídeos, y muchas de las prácticas las realizamos con juegos electrónicos. ¿Qué dirán los antiguos escolares, aquellos que llevaban la espalda doblada bajo el peso de la cartera, al vernos pasar tan ligeros con un liviano iPad y la tartera del almuerzo?