VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

Despido injusto

Lucía Díez, 12 años

                   Colegio Alcazarén (Valladolid)  

Todo ocurrió una mañana en la lavandería. El sonido de las lavadoras no me dejaba oír las voces de mi entorno; me acerqué a mi compañero Jorge y le pregunté qué debía hacer. Solo escuché una pequeña parte de su voz. Decidí ir leyendo sus labios. Me dijo que nuestro jefe me había mandado escupir en el trapo.

<<Pero… ¿qué tipo de trabajo es ese?>>, pensé. <<¡Es superior a mis fuerzas!

Tardé treinta minutos en pensar si hacerlo o no. Claro que, si no lo hacía me despedirían. Ya estaba preparado: cogí el trapo y... ¡Qué asco!

Al momento oí:

-Pero, ¿qué haces?

Era la voz de mi jefe.

<<¿Por qué se pone así? Si me lo ha mandado él>>, pensé.

A los diez minutos me encontraba en el despacho del jefe. Fueron los momentos peores de mi vida.

-Estás despedido –fueron sus cortantes palabras.

Salí a la calle sin poder asimilar lo que me había pasado ¿Qué iba a hacer ahora? Estuve quince días buscando un nuevo trabajo. Cada vez que le daba vueltas a que todo se debía a la culpa de Jorge...

Al cabo de un mes volví a la lavandería. Allí me encontré con mi antiguo compañero. Le miré con mala cara y él me preguntó qué me pasaba. De malas maneras, le grité:

-¡Todo ha sido por tu culpa! ¡Me dijiste que escupiera en el trapo!

-¿Qué? ¡Yo nunca te he dicho eso! Yo te sugerí que escurrieras el trapo, no que escupieras en él.

No me lo podía creer. El ruido sumado a mi falta de atención fue la que fastidió la buena voluntad de Jorge.

Hablé con el jefe y le expliqué, con ayuda de mi compañero, lo que había ocurrido. Entre los dos logramos convencerle para que me diese otra oportunidad.

En estos momentos estoy en la lavandería escurriendo trapos, y con un aparatito enganchado a mi oreja para que no se me vuelva a ocurrir leer los labios de nadie.