XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

El remitente desconocido

María Navarro, 16 años

                  Colegio Pineda (Barcelona)  

Blanca se encontraba frente al espejo. Quería contemplarse tal y como era antes de empezar la quimioterapia. Hacía una semana que le habían diagnosticado un tumor que echaba por tierra todos sus planes, aparte de brindarle seguros dolores y sufrimientos.

Pese a todo, procuraba dibujar una sonrisa para no preocupar en exceso a sus amigos. Ese pequeño gesto le resultaba tan costoso que muchos días se dibujaba una sonrisa en la mano para acordarse de hacerlo.

Semanas más tarde, la joven volvió a plantarse frente al espejo. Estaba más delgada y un poco pálida. Sobre su cabeza había espacios que el cabello había dejado de cubrir. No parecía la misma, pero lograba conservar su característica sonrisa.

No muy lejos, Elena también contemplaba su imagen. Varios de sus familiares habían padecido cáncer y estaba muy sensibilizada con la enfermedad. Quería ayudar a los enfermos que lo estaban pasando mal, pero no disponía de dinero. Sin embargo, acababa de descubrir algo que sí estaba en sus manos: sabía que muchas pacientes tenían problemas a la hora de aceptar su aspecto.

Había decidido ayudar, al menos, a una de ellas. Si luego sus amigas se unían a la causa, ¡tanto mejor! Por eso estaba plantada frente al espejo.

Su hermana la ayudó: le hizo una coleta y se la cortó. Ataron bien los cabos y la metieron en un sobre. Habían decidido enviarla por Correos a una fundación que fabricaba pelucas para pacientes con cáncer. La joven adjuntó una nota para la chica a la que fuera destinado su cabello.

Unas semanas más tarde Elena recibió una carta fechada en Madrid. Le sorprendió no conocer al remitente, una tal Blanca. Mientras abría el sobre se preguntó de qué la conocería. En su interior se encontró una fotografía de una joven con una preciosa sonrisa en el rostro y otra dibujada en la muñeca. Por detrás había escrito una sola palabra: <<Gracias>>.