XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

El río

Clara González, 17 años

                  Colegio Puertapalma (Badajoz)    

Unas manos extrañas te sacan a la vida. Lloras y comienzan meses de comer y dormir. Y de llorar y volver a llorar. Más tarde tocas, chupeteas todo lo que te encuentras, cantas, gritas, gateas, te agarras donde sea con tal de ponerte en pie. Un paso, otro paso, otro paso más... una caída; otra vez a ponerse en pie. Y en la mirada, en el deseo, en la confianza: mamá y papá. Así comienza el río de la vida, junto a los hermanos, los abuelos, el parque, los paisajes… Todo nos resulta nuevo.

Comienzan los juegos. Qué divertido sumergirte en tus primeras imaginaciones. Es el momento de empezar a hacer amigos que quizá duren o quizá no. Aprendes a diferenciar lo que debes o no debes hacer, el bien del mal. Y te enseñan a leer, a escribir, a observar, a escuchar… El río de la vida prosigue su curso en calma.

Ahora tienes edad suficiente para ir al colegio, lo que supone muchos cambios. Toca despedirse de los amigos del parque que, en poco tiempo, se te olvidarán. No te entristezcas: en el colegio conoces a muchas más personas. Estos nuevos amigos son los que te acompañarán durante años. Ha llegado la hora de crecer, de ambicionar, de preguntar.

Un poco más adelante no eres ni lo suficientemente pequeño ni lo suficientemente mayor, pero te sientes una persona madura y el mundo se te hace estrecho. Te equivocas, te caes y te levantas, hasta escarmentar. Aparecen las injusticias y las peleas, que no siempre las motivan causas perdidas. Te juzgarán por números y letras. Es una época de ciclones en la que aumenta la corriente en el río de la vida.

Experimentar, viajar y estudiar es lo que sigue. Te gradúas. ¡Qué alivio! Ya no tienes que seguir estudiando a no ser que quieras. Asientas la cabeza y encuentras un primer trabajo. Después llega el matrimonio. Una boda preciosa y la mejor inversión para tu futuro. Te has convertido en aquello que soñaste. Hay decepciones, claro, pero tu primer hijo viene pisando fuerte con sus diminutos piececitos. Y luego, los hijos que vengan. Piensas que aún queda mucho camino por hacer, pero en un instante te descubres en la desembocadura.

Tras años de trabajo ha llegado la deseada jubilación. Tienes tiempo libre, pero pasas la mayoría de las horas ocupado en todo aquello que no pudiste hacer antes. Revives cada momento de la vida al contemplar tus nuevos y no tan nuevos álbumes de fotos. Cuentas mil y una batallas, en las que casi siempre sale a relucir algún primo extremadamente travieso o las noches de verano en la casa del pueblo. Compras un pastillero, de esos que tienen compartimentos para cada día, pues el médico insiste en que necesitas orden. Los médicos dicen muchas cosas.

Has visto crecer a multitud de personas, igual que muchas otras te vieron crecer a ti. Has llegado al mar. Miras hacia atrás con nostalgia, pero ante ti tienes el bello océano, en el que te sumerges.

¿Y después?...