IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

En coma

Sara Mehrgut, 16 años

                  Colegio Alcazarén (Valladolid)  

Dormida. Los médicos decían que estaba dormida, aunque en lenguaje técnico hubiese sido mejor señalar que se encontraba en un coma inducido. En todo caso, sus miembros estaban paralizados desde hacía una semana. ¡Qué despacio había pasado el tiempo! Y todo bajo la supervisión del doctor Marcos. La enferma, quieta en su cama, cosida a múltiples tubos y cables, parecía disponer de todo el tiempo del mundo para pensar, si es que las personas con un coma inducido pueden cavilar. El doctor creía que sí, que podía escuchar, así que seguro que escuchó a Gabriel, que pasaba la mayor parte del día junto a ella. Se sentaba en una butaca al lado de la cama y se ponía a hablar, así como cualquier cosa.

-Alicia, perdóname. Siento la situación que has vivido, que no estuviera mucho en casa… El trabajo llegó a obsesionarme. Me daba cuenta, pero el orgullo me podía. No quería reconocerlo. Lo triste es que aun me cuesta sincerarme aunque sepa que no me escuchas -toma la mano de su mujer y la aprieta con fuerza, con el vano intento de que ésta le responda.

Gabriel se derrumba ante el frágil cuerpo desvanecido. Si su mujer fuese consciente de esta escena seguro que hubiera querido abrazarle y asegurarle su amor. Pero los parpados, como el resto del cuerpo, no la obedecían. No podía ni siquiera cerrar con más fuerza los ojos para que no le molestase esa fría luz. Lleva días en la cama, pero su cara aun refleja cansancio.

Una vez apagada la luz, la noche se hace larga en un hospital. Se había pasado la vida pidiendo tiempo para sí misma… ¡Qué ironía! En medio del silencio una sombra avanzó con cuidado hacia la cama de su madre. Se acurrucó entre sus brazos y se durmió. Al día siguiente le darían el alta. Lucía no podría realizar sus escapadas nocturnas. El impacto contra el quitamiedos fue muy fuerte. Su delicado esqueleto sufrió tres fracturas: dos costillas y la cadera. Aun así y sin importarle que cada mañana las enfermeras le reprendiesen, ella no ha cesado de venir. Ahora iba a necesitar mucho reposo, pero en casa.

***

Un mes después y en aquella misma habitación se respiraba alegría, no solo porque el cuarto estuviera inundado de flores y los dibujos de la pequeña, sino porque cada tarde Gabriel y Lucía la visitaban. Su hija estaba muy contenta en el colegio y le relataba sus aventuras: es una india valiente que protege al mundo de los lobos malos. Hace unos días asistieron a un concierto de gaitas y desde entonces quiere ser “gaiteíra”. Cambia muy rápido de deseos, pero nunca se olvida de ninguno de sus sueños. En su última visita dijo que iba a pedirles a los Reyes Magos un maletín de médico con el que curar a su madre.

-Alicia, hace dos días he pedido un año sabático y hoy me lo han concedido. Sé que despertarás pronto. En cuanto te recuperes visitaremos todo el mundo, todos sus rincones…-la máquina de la izquierda acelera sus constantes pitidos-. …y a la vuelta, tengo claro que mi principal prioridad seréis Lucía y tú.

Algo ha cambiado. Gabriel y Lucía la miran expectantes. Ella les sonríe.