I Edición

Curso 2004 - 2005

Alejandro Quintana

Guerra de silencio

María José Orihuela, 16 años

                  Colegio Miravalles (Pamplona)  

     No se oyen bombas ni hay tiroteos en la noche, ni la gente se manifiesta en su contra; es una guerra silenciosa, que no es noticia porque nadie se interesa por ella. ¿Por qué nos volvemos ciegos frente a lo evidente?

     Guerra del silencio es un enfrentamiento entre seres humanos, pero a diferencia de las otras guerras, en ésta las víctimas no tienen ninguna posibilidad de defenderse. El aborto es una batalla silenciosa. Si alguien se declara a favor de la guerra, pensamos que es un animal y que debería ir al frente de batalla para informarse de lo que realmente significa una contienda. En cambio, si alguien juzga que el aborto es una salida lícita, en general se respeta su libertad de opinión.

     ¿Dónde está la multitud que gritaba “no a la guerra” en las manifestaciones, cuando se trata de defender a los niños? ¿Es que el aborto no es una guerra? Sí que lo es, y aún más cruenta de que las que ocupan la primera plana de los diarios, porque las víctimas son niños. Además, en una guerra, cada uno se arregla como puede, pero por norma general, todos tienen armas. ¿Qué arma, qué defensa tiene un feto? ¡Ninguna! Está absolutamente a merced de quien lo lleva en el vientre.

     Pienso que la única razón por la que las balas están mal vistas y los instrumentos de un médico abortista no, es el sentimentalismo. Claro, a quién no le va a dar pena la foto del niño iraquí con el AK47, o la noticia diaria del atentado en Palestina, pobre gente, la comparamos con nosotros, que siempre tenemos paz menos en rebajas, que las señoras muerden, y nos invade la compasión. Lo que necesitamos son principios, sólidos e inquebrantables, que no se dejen moldear por tendencias, ni corrientes, ni modas ni influencias. Los sentimientos son fácilmente manipulables, por eso no son buenos guías. Y ésa es la razón por la que hablan con eufemismos, como interrupción del embarazo en vez de llamar a las cosas por su nombre: homicidio de un menor indefenso. Nos hacen pensar que como no son seres humanos, que no inspiran compasión y de esta forma, nos convencen de que lo que no nos hace sentir mal, está bien.

     Para no ser una víctima de engaños, para no ser un juguete de la información manipulada, hay que pararse a pensar. Seguramente, una joven que se queda embarazada y decide abortar, no ha sido después de reflexionar qué vale más, si la vida de su hijo o su propia vida, que va a sufrir un brusco cambio. Es cierto que aceptar a un hijo es inmensamente sacrificado, pero sería muy triste y egoísta elegir la propia vida. Y para que cada cual decida si desde el momento de la concepción hay vida o no, voy a proponer un ejemplo:

     Imaginemos que llegamos a una floristería y queremos comprar semillas. Vemos diversas cajas pequeñas llenas de ellas, preguntamos al tendero por las de cerezo y nos contesta, muy convencido: “no son semillas, son piedras”. Debido a nuestra cara de interrogación profunda, nos explica: “Las piedras, siguen siendo piedras hasta que después de unos meses de regarlas aparece en la superficie un brote, entonces son plantas. Antes solo eran piedras”. Esta imagen es equiparable a quienes afirman que los embriones no son seres humanos.

     Con esto acabo. Esta es mi aportación a la guerra silenciosa del aborto. Esta es la bala que disparo. Espero haber dado a alguien.