IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Imaginar, pensar, vivir

Suyay Chiappino, 15 años

                       Colegio Guaydil (Las Palmas)  

``Cuando mi imaginación vaga impulsiva a mi alrededor, mis ojos concentran la mirada en puntos clave que la ayuden a ejercer, mis manos buscan ansiosas un bolígrafo que lame con dulzura la superficie de la hoja, imprimiendo en ella cada palabra que la voluntad de la inspiración va dictando.´´

Este es un fragmento del diario de Mariana. Lo que cuenta le ocurre cada vez que la llamada de una historia le sacude el alma y las palabras empiezan a entremezclarse en su mente, dibujando imágenes en su cabeza que le empujan a continuar...

-¿Qué te apetece hacer?-pregunta su amiga Carlota, esperando alguna idea brillante para poner fin al aburrimiento.

-¿Por qué no salimos? Llamamos a Pedro y Jaime y quizá a ellos se les ocurra algo.

Pasaron una tarde entretenida por el barrio, visitaron a Mario -que no podía salir de casa-, dieron una vuelta por el centro... Al volver a casa Mariana se duchó, se vistió con la ropa más cómoda que pudo, esperó que se le secara el pelo para recogérselo en una coleta mientras comía algo y salió a las escaleras de casa cuando se detuvo con la esperanza de que, en ese preciso instante, ocurriera algo de interés. Pero no pasó nada más que el comienzo del murmullo sordo que provocan las gotas de agua al chocar contra los cristales. Así que llovía. Se dio por satisfecha. Una vez en el piso superior entró en el cuarto de su hermano. Él siempre la ayudaba. Cuando no estaba en casa, Mariana se tumbaba en su cama, pues le hacía sentirse mejor, como si realmente Miguel hubiera hecho algo por ella. Se concentró mirando al techo, pidiendo a la lluvia, que se hacía a cada segundo mas intensa, alguna chispa de iluminación.

Aquel era un viernes normal, sin mucha animación: salir, dar un par de vueltas, reírte con los amigos y perder el tiempo... No se quejaba. Tenía todo lo que quería y vivía bien. Sin embargo, a veces, sólo a veces, sentía un vacío...”propio de la edad, cariño”, le decía su madre.

Escuchó cómo el rugido de una moto se iba extinguiendo progresivamente, hasta desaparecer por completo. Después, el tintineo de una llave. Era Miguel. Regresaba después de haber pasado la tarde con Viola, su novia. Sólo hacia unos meses que habían emprendido la aventura y al tontorrón de Miguel se le notaba en la cara una ensoñación que cubría como un velo su mirada. Sonrió. Qué remedio, así era el amor. Entonces pensó que quería que alguien rellenara ese lugar hueco que en ocasiones le hacia sentirse sola. “¿Por qué desear tener antes de lo esperado algo que llegará cuando corresponda?”, pensó. “`Sin prisa, pero sin pausa”, le consolaba su madre cuando hablaban del tema.

El sonido de su suspiro se vio apagado por el de la puerta al abrirse. Miguel alzó la mirada mientras dejaba el casco sobre el escritorio.

-¿Qué haces, Mari? –preguntó con una sonrisa.

-Pienso...

Miguel le lanzó un jersey a la cara.

-¿Para qué necesitas pensar tanto? Basta con vivir –dijo burlón.

-¡Tonto! -refunfuño Mariana retirando el chaleco-. Si estamos en este mundo es para vivir pensando -le espetó mientras Miguel salía en dirección al baño.

Su hermano se detuvo, la volvió a mirar aun con la sonrisa de burla en la cara. Desde el marco de la puerta le guiñó un ojo y Mariana le sacó la lengua.