II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

La libertad de expresión

Verónica Casais, 15 años

                  Colegio San José de Cluny (Santiago de Compostela)  

    Vivimos en la era de la información. El desarrollo de las comunicaciones hace posible que recibamos noticias en tiempo real, incluso desde el otro lado del globo. Además, el avance tecnológico nos permite recibirlas en distintos soportes, como la televisión, la radio, Internet o el más tradicional de todos: los periódicos.

    Tal variedad de soportes hace posible no sólo leer o escuchar los hechos, sino verlos en fotografías o vídeos, como si sucediesen ante nuestros ojos. Esto hace que la industria de la comunicación esté creciendo a pasos agigantados. En este momento, lo que se conoce como “cuarto poder” se afianza y a través de Internet y la televisión por cable amplía aún más su capacidad de influencia. Podemos contemplar la programación de cadenas televisivas de otros países y leer tabloides digitales de cualquier lugar del mundo.

    Las informaciones pueden cambiar mucho su forma y contenido dependiendo del medio en el que se publiquen, del país en el que éste se encuentre o de las propias ideas de los que trabajan en él. Se está creando así un nuevo método de reducir la libertad de expresión. La empresa informativa se refugia en un modo de censurar: omitir aquello que no nos convendría conocer.

    Algo tan fundamental como la libertad de prensa no debería estar supeditada al beneficio político, publicitario o económico. Esta libertad debería estar sometida únicamente a la veracidad de los hechos, y no al cristal con el que se miran o se cuentan los sucesos. El exhaustivo contraste de fuentes y el lenguaje claro y objetivo deberían marcar la línea que hay entre información y opinión, dos géneros que a veces parecen entremezclarse.

    Si convertimos un hecho en una opinión, estamos privando al lector o al espectador de su derecho a conocer la verdad. En suma, le quitamos su libertad de expresión, ya que para hablar de un tema, debería poseer un amplio y correcto conocimiento de él.

    La libertad de expresión es, probablemente, un ideal difícil de conseguir. No es fácil distanciarse totalmente de los hechos relatados, pero si no lo hacemos, la mentira acabará por convertirse en una verdad subjetiva y la aceptaremos como auténtica verdad. Si deseamos limpiar los medios de intereses y quedarnos con hechos realmente objetivos, la única forma de hacerlo es con la veracidad absoluta como objetivo.