VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana

La maleta

Cristina Fernández Gel, 16 años

                  Colegio Pineda (Barcelona)  

Estaba sentada, tranquilamente leyendo. Por eso la maleta fue una gran sorpresa. Cuando la vi observé su color, su forma… Me puse en pie y di una carrera para abrirla. Durante un instante me quedé hipnotizada con su interior, como si el mundo se hubiese parado: sólo estábamos la maleta y yo. En su interior, forrado en piel, había cosas que para cualquier otro hubieran sido inútiles. Sin embargo, para mí estaban llenas de significado: había una muñeca grande y despeinada, un disfraz de payaso, el mástil de una guitarra española, libros y discos, objetos que habían marcado mi vida. Una rosa roja y seca, un anillo, dibujos y tres fotos antiguas. En una de las imágenes se podía observar a una pareja de jóvenes enamorados que observaba una margarita. En otra, a la misma joven, pero algo más mayor; sentada de perfil junto a una chimenea, tocaba la guitarra. La silueta de su vientre indicaba que estaba embarazada. Cuatro pequeñajos la rodeaban, escuchándola con la boca abierta. En la tercera fotografía, dos manos ancianas se agarraban con fuerza.

Una lágrima me rodó por la mejilla y cayó en la maleta. <<He tenido una vida preciosa>>, pensé. Cerré los ojos y mi cabeza voló años atrás: mi muñeca preferida, mi primera caída, el primer concierto, mi primer y único amor….

Mientras reflexionaba y me dejaba llevar por la belleza de estos recuerdos, me detuve en uno de ellos y abrí los ojos. Ya no estaba la maleta. Ante mí apareció una cama. En ella, la chica de la fotografía se acababa de despertar y se frotaba los ojos. Empecé a pensar que eso era un sueño. Sin duda aquella chica era yo, un poco más joven claro está. El chico de la fotografía dormía con ella y, entre ambos y colocados estratégicamente, dormían los cuatro chiquillos. Ella estaba observándolos con una gran sonrisa.

“Ya no recordaba aquella sensación. Hacía ya siete largos años que dormía y vivía sola” pensé.

Sacándome de mis pensamientos, mi yo joven se apartó las sábanas de encima y se sentó en el borde de la cama. Se observó las manos sin dejar de sonreír y se las pasó por el vientre. Estaba embarazada.

Entonces me di cuenta. Me observé en el espejo que decoraba la habitación. No era un sueño. Yo seguía teniendo ochenta y ocho años pero estaba reviviendo el mejor momento de mi vida.

Cavilé: <<la memoria es como una gran maleta azul>>. Los recuerdos siempre se quedan dentro, aunque en ocasiones la vida no nos deje abrir la maleta para echarle un vistazo. Eso es lo que nos hace olvidar.

Hay quien dice que cuando llega el día de tu muerte, contemplas tu vida pasar como en una película. Entonces llega al final y todo se acaba. Ni siquiera aparecen los créditos, solamente una nada oscura. Pero yo sé que la muerte no es el final de una película sino el inicio de un viaje. Por eso cuando vas a morir Dios te envía una maleta grande, para que no tengas ni que hacer el equipaje. Él ya te ha metido los mejores momentos de tu vida. Es todo lo que necesitas para llevarte a tu destino.