XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Máscaras 

XinRu Sun, 16 años

Colegio IALE (Valencia)

Me gusta la metáfora en la que el mundo es un teatro en el que nosotros somos los actores. Dicen, incluso, que Dios es el espectador de esta obra más o menos improvisada. Muchos tratamos de actuar con naturalidad, pero sabemos que, de cuando en cuando, es necesario ponerse una máscara, especialmente en los momentos que deseamos pasar inadvertidos o cuando nos vemos obligados a agradar a los demás. 

A medida que pasamos de niños a adolescentes vamos perdiendo la inocencia, la sencillez con la que hasta entonces nos presentábamos al mundo. Empezamos a buscar disfraces que nos permitan ser aceptados por los demás, caretas con las que ocultar nuestras limitaciones. Y es un error. Esta equivocación reside en que nos empeñamos ponernos en los ojos y el corazón de los demás, sin que sepamos qué sucede en su interior, cuando lo más probable sea que nos valoren de forma positiva o neutra, sin que tengan interés en los ropajes y máscaras con los que pretendemos apropiarnos de virtudes de las que carecemos. 

Es fácil distinguir esas máscaras: la de niña buena, la de controlador, la del que está siempre feliz… Pensamos que los demás nos ponen esas etiquetas porque es el papel que nos empeñamos interpretar en el vodevil de la vida. Es evidente que intentamos mostrar lo mejor de nosotros y ocultar nuestros defectos, pero al llevar una careta durante tanto tiempo, acabamos olvidando quiénes somos en realidad.

Claro que si utilizamos esos disfraces en ocasiones adecuadas, puede beneficiarnos. Por ejemplo, cuando pasamos un mal día y no queremos transmitir a los nuestros la tristeza o el mal humor, una sonrisa forzada lo resuelve todo. Incluso acabamos creyendo en que es cierta esa felicidad teatral.

Nadie es perfecto. Todos tenemos limitaciones. Pero esa irregularidad es la que nos hace únicos y exclusivos, limited editions, artículos que destacan por su autenticidad. 

¡Que suba el telón!