IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Mejor solo

Rafa Busutil, 14 años

                  Colegio Iale (Valencia)  

Anna no conseguía dormir. La nieve comenzaba a acumularse en su ventana, lo que le mantenía cada vez más despierta. La noche anterior había estado corriendo por las calles de La Solana junto a sus amigas, armando jaleo, gastando bromas, molestando a los vecinos... Parecía que en ese momento el invierno quería vengarse de ella.

Decidió levantarse y reflexionar sobre lo ocurrido. Tenía la sensación de que todo lo había hecho mal, como si le pesara haber disfrutado de aquella manera de las fiestas del pueblo: fastidiando a todos los de alrededor. Le vino a la cabeza el momento en el que se asomó con su disfraz de vampira, junto a Marta y Laura, por el ventanal de la casa de la viuda de don Gonzalo. Como la anciana les respondió con un improperio, decidieron romperle la puerta a patadas…

Se sentía fatal.

-No sé qué me ha pasado. Creo que he disfrutado demasiado de las fiestas, pero fastidiando a todos los de alrededor. Me arrepiento de lo que hice a la viuda de don Gonzalo, desde lo de romper las calabazas hasta lo de la puerta... Me siento fatal.

En ese mismo instante, apareció su madre por la puerta. Con los ojos medio cerrados y bostezando, le dijo:

-¿Que haces despierta a estas horas?

Anna, asustada por si le había oído, le respondió:

- Nada, mamá. Me he despertado a causa de un ruido, nada mas.

Su madre, que parecía haber oído parte de la su reflexión, prosiguió el interrogatorio:

-¿Y con quien hablabas? ¿Hay alguien aquí? ¿Que pasa con la puerta de la vecina?

Anna no sabía qué responderle. Decidió decirle que al día siguiente se lo explicaría.

Se volvió a tumbar e intentó olvidar, pero tanto la conciencia hacía que le costara dormir.

Sonó su teléfono móvil. Se había adormilado sin enterarse. Antes de que colgaran, cogió el teléfono.

-Anna. soy Marta. Como está nevando, hemos decidido quedar en el parque para dar una vuelta. ¿Vienes?

-De acuerdo -le respondió-. Tardaré media hora, que me tengo que arreglar.

-Entonces nos vemos allí.

Y colgó.

Decidió darse una ducha para despejarse. Intentaba ignorar lo ocurrido la madrugada anterior, pero no sabia por qué una sensación de culpa le venía continuamente.

Cuando llegó al parque, todas le estaban esperando. Hablaban entre risas y bromas.

-Nos estamos riendo por lo que ocurrió ayer... –le informó Laura-. ¡Fue divertidísimo! Qué risa lo que hiciste en casa de tu vecina…

En ese momento, a Anna la mirada se le quedó en blanco, vacía. Se arrepintió de todo lo que había hecho.

-Lo siento, pero me marcho.

Sin dar más explicaciones, echó a correr hacia su casa para hablar con su madre. Necesitaba que ella le ayudara a solucionarlo.

-Mama, ayer por la noche me comporté fatal junto a mis amigas. Hicimos un montón de trastadas, provocando destrozos en casa de gente inocente... Por eso estaba despierta, porque me arrepiento de lo que hice.

Su madre le miró en silencio.

-Quiero que sepas una cosa, hija. Tú eres buena chica. Así que lo que hayas hecho no ha sido sólo culpa tuya.

Extrañada, le preguntó:

-¿Cómo que no?

-Antes de conocer a Laura y a Marta eras buena. Ellas te complicaron la vida, haciéndote cambiar.

-Pero, mamá… Es que son mis únicas amigas de clase.

-Pues, entonces, mejor es ir solo que mal acompañado.