VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Nave a Neptuno

Belén Fernández Jiménez, 16 años

                 Sierra Blanca (Málaga)  

Natalia ha terminado de ver las noticias del medio día. Se dirige a su habitación en busca de inspiración, quizás algo que le ayude a cambiar el mundo. Un mundo en el que toda la gente sea feliz.

Después de tres horas navegando en el navío Nie, pone rumbo al mundo de la fantasía. Llega a la orilla y lo primero que se encuentra es a un pequeño niño hambriento que llora desconsoladamente. Natalia, sin saber muy bien que hacer, se le acerca poco a poco y le pregunta:

-¿Quieres que te ayude?

El niño la mira fijamente a los ojos, se da la vuelta y empieza a correr. Natalia, coge su libreta de notas y apunta: “País de la Felicidad, un niño llorando”.

Ahora vuelve a su habitación. Parece que no ha pasado nada, pero ese extraño viaje le ha llenado de inspiración. Sabe perfectamente como cambiar un poco el mundo, entonces comienza a escribir: “Estoy escribiendo en una mesa. Voy al baño, abro el grifo y sale agua; puedo beber hasta creer que voy a explotar”.

En un lugar lejano está Pietrus, pasando frío, sed, hambre…

“Salgo a la calle y me encuentro con personas preocupadas por el trabajo, gente hablando por teléfono, familias aparentemente felices. Ahora miro al mar. Sólo oigo la brisa y el revoloteo de las gaviotas. Vuelvo la mirada a la gran ciudad y observo la carita de Pietrus reflejada en la contaminación de las grandes fábricas”.

Tras darle muchas vueltas a la cabeza, Natalia tira su libreta y el bolígrafo, y se acerca al mar. Al principio, el agua está muy fría. Se va hacia atrás, coge carrerilla y da un salto.

Comienza a nadar. Natalia ha perdido su navío Nie, pero sabe que encontrará a Pietrus y le ayudará a salir del agua.

Lleva ya tiempo nadando y, cuando cree que nunca va a llegar, ve en el horizonte una isla con una forma un tanto extraña, pero al fin y al cabo es una isla.

A lo lejos descubre una silueta. Es Pietrus, pero parece más mayor. En sólo cuatro horas ha envejecido como si hubiesen pasado cuarenta años, y es que la vida en esa isla es un poco difícil.

Un gigantesco cartel le recibe:

“Bienvenidos al País de la Felicidad”

Natalia se ha adentrado en la isla. Acaba de descubrir cuál es el principal problema: nada es como lo pintan. La gente dice ser feliz, pero realmente no existe un significado completo de la palabra “felicidad”.

Sigue andando y encuentra una curiosa aldea. Unos cantan, otros bailan. Hay niños corriendo por las calles del poblado. La gente sonrie.

“No solo debemos buscar una felicidad completa, la felicidad te la da la vida con los pequeños momentos del día a día”. Fue lo último que escribió Natalia. Después bajó al salón. Allí estaba su hermano, que le recibió con una sonrisa de oreja a oreja.