XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Negociaciones en la cumbre

Beatriz Rothe, 15 años

               Colegio Orvalle (Madrid)    

La frase <<porque lo digo yo>>, es un clásico dentro de las respuestas que nuestros mayores nos ofrecen cuando les pedimos una explicación ante una negativa o un mandato que no saben cómo argumentarnos. Ellos viven en otra realidad; eso es lo que pasa…

Parece que a la generación de nuestros padres se le ha olvidado lo que significa ser joven y divertirse. No hablo de planear un golpe de Estado o un atentado terrorista cuando pregunto si puedo ir a la fiesta de ese chico que me gusta o si me dejan volver un poco más tarde para participar de esa “quedada” que va a durar hasta la madrugada. ¡Ni que ellos nunca hubiesen llegado tarde! No me creo que mis abuelos les obligaran a volver a casa a las nueve y media.

Por eso hemos desarrollado ciertas estrategias, como la de "dividir para vencer": acudimos al eslabón débil de la jefatura familiar para que convenza al gran jefe o jefa de que nos compre esa ropa que tanto queremos o nos permita hacer algo que, en su opinión, resulta inapropiado para nuestra edad. Aunque sabemos que pueden ocurrir cuatro cosas: salir con éxito de la operación; que tu apoyo de la jefatura te abandone al pensar en la cara de enfado del gran jefe, en la que se incluye la palpitación de una vena de la frente; que tengas que enfrentarte tú solo a la bestia y, por último y la peor de todas, cuando has conseguido engatusar al segundo de abordo pero al volver eufórico porque te lo has pasado de miedo, te encuentras con "la bestia" que te grita y te castiga con dos metes por desobedecer y llegar a unas horas que no son propias de mi edad.

Como estos ejemplos hay tantos como adolescentes sufridores. Mi duda es si heredaremos, por grandes que ahora sean nuestras protestas, la misma severidad con nuestros futuros hijos.