X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

Porque necesito ayuda

Fermín Polaina, 16 años

                  Colegio Tabladilla (Sevilla)  

La habitación era bastante más grande que la mía y la chica debía de estar en el baño, ya que me llegaba el correr del agua casi como un murmullo. Las paredes eran completamente blancas y reflejaban la luz como si fuera de nieve, aunque yo no recordaba cuándo podía haber visto la nieve.

Había una mesa de cristal con tallas de animales de cristal en cada esquina. Me acerque y las acaricie. También acaricié una figura de un perro que ocupaba centro de la mesa. Me quede absorto mirándola: parecía moverse con cada toque de mis dedos.

El sonido del agua se hizo más intenso y desapareció. Justo cuando me disponía a volver a contemplar las figuras, un copo calló ante mis ojos. Levanté los ojos al cielo. Había nubes de aquel banco brillante acompañadas de estrellas que caían en forma de nieve.

En ese momento note un vacío bajo los pies y comencé a caer junto con los copos. La luz había desaparecido y me hundía por un hueco de roca que se cerraba en torno a mí. Escuché las gotas de agua chocando contra las piedras, como si susurraran palabras ininteligibles.

Choqué contra una de las piedras que sobresalían. Lo supe por el cambio de velocidad en la caída y por el sonido que hicieron los huesos de mis brazos al romperse. Entonces las rocas se desquebrajaron. Se convertían en nubes de polvo al chocar contra el suelo.

La nieve derretida formaba charcos en el suelo de la habitación. La mesa de cristal se hizo mil pedazos junto a mi cabeza, pero su color había cambiado; ahora era de un tono verde amarillento.

Cuando todo dejó de moverse, logre levantarme y miré la habitación. Los cristales de las litronas rotas estaban sembrados por el cuarto junto con algunos restos de cerveza. La cama estaba deshecha aunque yo no había dormido ahí. Busqué mi reloj, pero no lo encontré.

-Fue entonces cuando decidí dejar de tomar LSD -le dije al grupo de ayuda del centro de desintoxicación.