XIII Edición

Curso 2016 - 2017

Alejandro Quintana

Salve Magistra! 

Laia Gabarró, 16 años  

                Colegio La Vall (Barcelona)  

¿Quién no ha deseado alguna vez que nunca terminara una clase? ¿Quién no ha disfrutado de una asignatura de una forma inimaginable?¿Quién no se ha sentido afortunado por tener a un determinado profesor?

Cada año, a medida que vamos subiendo de curso, pasamos por diferentes profesores, cada uno con distinta personalidad, distinto método de enseñanza y distinta manera de influir en nosotros, los alumnos. Hay profesores que destacan por su vocación y actitud, profesores que nos despiertan admiración y respeto, así como profesores que verdaderamente nos dejan una huella memorable, puesto que no solamente nos enseñan contenidos, sino que también nos abren caminos y nos inspiran.

Me refiero en especial a esas personas que muestran su pasión por educar, logrando que te sientas querido pero exigido a la vez. Sin que apenas lo percibas, son capaces de infundirte afán por aprender, sacando lo mejor de ti y haciéndote crecer humana e intelectualmente. Esos son los maestros que llegan al corazón de sus alumnos.

Aunque no hay ninguno igual a otro, existen una serie de características comunes que son las que los hacen tan especiales: saben combinar el respeto con el interés, la simpatía con la exigencia, la humildad con la autoridad y la confianza, el entusiasmo con la paciencia y el saber escuchar con el saber llegar a cada uno.

Sin embargo, si hay algo por lo que verdaderamente destacan, es porque mientras que los buenos profesores son temporales, los profesores fascinantes son inolvidables. Y yo los he tenido (en mi caso, profesoras).