VI Edición
Curso 2009 - 2010
Setenta euros
Manuel Seco Ruiz, 16 años
Colegio Altocastillo (Jaén)
-Antes de que finalice la clase -dijo el profesor-, quería mencionaros un asunto. ¿Os habéis enterado del terremoto que ha asolado Puerto Príncipe, la capital de Haití, hace un par de días? ―La mayor parte de los alumnos asintió―. Pues bien, como es lógico y debido a la tremenda catástrofe que ha ocasionado el seísmo, numerosas asociaciones están haciendo colectas para enviar dinero y otros tipos de bienes a los damnificados. Como habréis podido saber a través de los medios de comunicación, hay decenas de miles de muertos, barrios enteros se han venido abajo y millares de familias se han quedado sin hogar y sin recursos.
»Nuestro colegio también va a aportar su granito de arena, por lo que os pido, de parte de la junta directiva, que donéis algo de dinero. Y como siempre os decimos en estas ocasiones, no vale que vayáis a papá y le pidáis diez euros. Si vais a donar algo, que sea de vuestros ahorros y que os escueza el bolsillo, porque si no, ¿qué valor tiene vuestra donación aparte del monetario? Así que, ya sabéis... Obviamente, mi promuesta es totalmente voluntaria, pero tened en cuenta la necesidad que tienen las personas que se encuentren en el lugar afectado. Quien tenga algo de dinero aquí y quiera donarlo, puede dármelo a mí, que voy a pasar por las mesas.
Carlos, uno de los alumnos, se encontraba en ese momento ante un gran dilema: tenía en la mochila setenta euros que había tardado en ahorrar varios meses. Tenía pensado gastarlos, cuando saliera de clase, en un nuevo videojuego de última generación, cuyo realismo te mete dentro de la batalla como si fueras un marine de verdad y con el cual llevaba soñando desde que salió a la venta.
Pero también él había visto las noticias, las grabaciones de los reporteros y la retransmisión de una desolación absoluta. Había contemplado cómo se derrumbaban casas e incluso edificios públicos, y cómo la gente gritaba y se desesperaba intentando sacar de los escombros a familiares, amigos, vecinos…
Tras unos momentos de indecisión, llegó a la conclusión de que aquella gente necesitaba mucho más sus setenta euros que él un videojuego nuevo, así que cuando el profesor de religión pasó por su mesa, metió el dinero en el sobre que éste llevaba en las manos.