VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana

Tengo un hermano de verdad

Marta Clavero

                  Colegio Sierra Blanca (Málaga)  

Era una mañana de domingo, lluviosa, como las que habíamos estado viviendo desde mediados de octubre. Bajé del autobús con mi hermano, aún disgustada por lo ocurrido la noche anterior: gracias a sus múltiples quejas por no cederle el ordenador, consiguió lo que se proponía; que me castigaran.

Me abroché los botones superiores de la chaqueta, esos que sueles dejarte sueltos, como olvidados, y que sólo recuerdas cuando te entra un hilo de frío por el cuerpo.

Corriendo, crucé la carretera camino de la iglesia. Sumida en mis pensamientos, ni me fijé que ya no caminaba con mi hermano. Me di la vuelta. ¿Dónde podría haberse metido? Rápidamente, mis preguntas sobre su paradero se desvanecieron. Estaba en la acera de enfrente, todavía no había cruzado, hablando con Sergio o…, tal vez…, intercambiando palabras, porque siempre he pensado que dos personas con un coeficiente intelectual tan bajo como ellos no pueden mantener una conversación cara a cara sin decir tonterías.

Grité su nombre. No es que me interesase gozar de su compañía, pero llegábamos tarde a misa.

[…]

Cuando la ceremonia llegó a su fin, salimos los tres juntos. Siempre nos quedábamos un rato charlando antes de regresar a casa. Hugo, mi hermano, y Sergio caminaron hasta la esquina. Yo crucé la carretera.

No recuerdo lo que sucedió más tarde. Desperté en el hospital. Volví la cabeza hacia la derecha y aspiré un poco de aire. <<Olía a médico>>, como diría mi primo pequeño. El recuerdo de ese niño de cuatro años siempre alegre, me hizo esbozar una sonrisa.

-¿Estás despierta?

Me di la vuelta lentamente, aturdida.

-¡Hugo!… –la sonrisa no se me borró del rostro.

Empecé a preguntarme qué había pasado, por qué estaba allí y por qué mi hermano tenía escayolado un brazo. Al notar mi desconcierto, Hugo dijo:

-Al cruzar no te fijaste en que venía un coche. Salí en tu ayuda, pero caí y me hice daño en la mano. No le di importancia. Te cogí en brazos para llevarte a la acera. El médico dice que tengo una fractura. Quizás, sino te hubiese apartado, estaría bien pero tu habrías muerto…–me explicó con una mirada tierna.

A pesar de la pelea, que había olvidado, me di cuenta de que tenía un hermano, un hermano de verdad. Un hermano que, hasta ese momento, ni había notado que tenía.