VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Tentación

Maria Guerrero, 14 años

                Colegio Guaydil (Las Palmas)  

Había acabado de comer y estaba recogiendo la cocina. Unos susurros hicieron que dejara su tarea.

-Vamos, cómenos…

Se movió de un lado a otro queriendo averiguar quién había hablado. Pronto los susurros se convirtieron en palabras que se alzaban a voz en grito. Sin conocer el por qué, se sintió rodeado. Pero estaba solo.

Oyó unos crujidos y se dio cuenta de que el pan recién hecho le llamaba, insinuante. Giró la cabeza. Unas galletas, bronceadas y olorosas, le pedían auxilio, aguardando a que las rescatase del paquete. De pronto, sintió los lamentos de los embutidos en la fresquera, que le suplicaban que les liberara de aquellas paredes de cristal. Se alejó hacia la nevera. Dentro, las salsas y las salchichas le reclamaban a gritos.

-Sabes que no pasará nada -decían los yogures entre risitas.

Él no iba a comer.

-Nosotras no te haríamos daño; sólo queremos que seas feliz -le incitaba el paté.

Él no debía comer; sólo haría que se sintiese más culpable.

-Nadie te está mirando -le animaban los Donuts.

Él ya había comido… ¿no?

-Sólo bastaría con que probases -ofreció el helado desde el congelador.

“Bueno, por un bocadito no pasará nada”, pensó.

¡No! No podía caer; debía de ser fuerte. Pero, por otro lado, la comida estaba tan sabrosa… Le llamaba a disfrutar de su maravillosa textura, invitándole a su mundo de sabores. Estaba, ciertamente, ante un dilema.

Miró hacia abajo. Su estómago seguía sobresaliendo. Habían sido muchos los años en los que, ante cualquier disgusto, los hidratos de carbono y las grasas disfrazadas de alimentos fueron su consuelo. Sin embargo, hoy había conseguido seguir el consejo del médico comiendo lo adecuado. ¿Iba a echarlo todo a perder?... El chocolate ahogó sus pensamientos con una última atracción. Tenía que ser fuerte.

Salió de la cocina después de haber enterrado la tentación.