XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Tic-tac 

Claudia García Plaza, 15 años

Colegio Sierra Blanca (Málaga)

El niño cerró los ojos y trató de concentrarse en el sonido que producían las agujas del reloj. No tenía otro modo de ocultar todo lo que le rodeaba. Aunque pareciera sencillo, para él se trataba de una ardua tarea, pero estaba seguro de que si ponía suficiente empeño podría lograrlo. 

Las manecillas giraban y giraban por la esfera, con un ruido mecánico que le ayudaba a evadirse de la realidad. Apretó los párpados con fuerza, como si de esa manera pudiera viajar lejos de allí, y de pronto se encontró solo junto al paso del tiempo. Nadie y nada más, aunque no sabía si aquel sonido repetido estaba dentro de su cabeza o si era real. No quiso descubrirlo, pues su único deseo era esfumarse del lugar en el que se encontraba. 

<<Tic-tac… Tic-tac… Tic-tac…>>.

Había dejado de escuchar los gritos de los transeúntes. Los llantos. Las sirenas… Había dejado de percibir el miedo. Tampoco sentía los olores: el dulzón aroma de la pólvora y el de los hierros retorcidos. Mientras los agentes tranquilizaban a los heridos y trataban de desprogramar las bombas que aún no habían estallado, él se abrazó a sus rodillas como si volviera a encontrarse en el vientre de su madre. Dejó la mente casi en blanco. 

Estaba tan concentrado en el tic-tac de su reloj de pulsera, que ni siquiera percibió que unos brazos fuertes levantaban su cuerpo y lo ponían a salvo.