VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

Tres gotas de sangre,
tres lágrimas

José Antonio Hurtado, 13 años

                Colegio Mulhacén (Granada)  

Hace mucho tiempo, en Aewen, nació el hijo del rey Eonion y de la reina Isabella. La pobre desdichada murió durante el parto, pero consiguió salvar al bebé con sus últimas fuerzas. El rey le puso como nombre Iohan.

Iohan poseía un poder muy especial: tres gotas de su sangre convertían al que las bebiera en inmortal. Los enemigos del rey Eonion lo sabían y querían hacerse con ese poder. Por eso el rey creó una orden de caballeros de gran honor y destreza que juraran proteger a su hijo, los Dragones de Sangre Azul. Entre estos caballeros estaban Restol y Arcadio, dos amigos del rey, grandes espadachines que sentían una gran devoción por Iohan.

El hermano traidor de Eonion, Reven, anhelaba conseguir el poder de Iohan y odiaba profundamente al rey de Aewen. Era muy astuto y hábil con la espada. Además, Reven también contaba con una especie de orden de caballeros, solo que estos eran mucho más sanguinarios y temerarios. Se hacían llamar los Buscadores de Sangre. El oficial de la orden era Deerko, un mercenario de tierras lejanas, experto cazador, que había conocido a Reven en las lindes de Aewen.

Catorce años después del nacimiento de Iohan, los Dragones de Sangre Azul se hallaban entrenando en una pradera donde se oía el curso de un río y el cantar de los ruiseñores. Se podía oler el dulce aroma de la hierba fresca y se notaba la suave brisa de un día de primavera. Un grupo de hombres comía un sabroso jabalí sobre una colina desde la que se divisaba un frondoso bosque. Iohan practicaba con Restol duramente, utilizando espadas de madera. Pasado un tiempo, tuvo sed.

-Voy a beber agua -dijo Iohan, dando muestras de agotamiento-. Volveré pronto.

Restol asintió y el príncipe fue corriendo al río.

Una vez hubo saciado su sed, se dispuso a volver al entrenamiento. Pero, de repente, una flecha emergió de la espesura más allá del río y le alcanzó en el muslo, pero no logró atravesarlo. Iohan se arrojó al suelo agarrándose la pierna y retorciéndose de dolor. Su sangre comenzó a brotar. El oficial de los Buscadores de Sangre se dejó ver acompañado de dos hombres más. Los tres cruzaron el puente y Deerko le arrancó la flecha. Después, se lo echó sobre los hombros sin hacer caso de los gritos del pobre muchacho. Los tres huyeron hacia el bosque. Restol, que pensaba que Iohan estaba tardando demasiado, corrió hacia el río y vio que había sido capturado.

-¡Alerta! ¡Alerta! ¡Los Buscadores de Sangre se han llevado al príncipe! ¡Seguidme!

Arcadio dejó lo que estaba haciendo y acudió a la llamada de su amigo, acompañado de los demás caballeros. Conforme se acercaron al bosque, los miembros de los Buscadores de Sangre salieron de sus escondites para cubrir la retirada de Deerko.

-¡Emboscada! Restol, quédate aquí dirigiendo a los hombres. Yo iré a buscar a Iohan.

Arcadio flanqueó a los vasallos de Reven y alcanzó a Deerko, ya que él cargaba con Iohan. El mercenario paró de correr y rodeó el cuello del muchacho con una daga.

-¡Matadle!

Los otros dos hombres se lanzaron sobre él, pero probaron el acero del caballero, que no tuvo problemas en acabar con ellos.

-Déjale o… -no pudo acabar la frase. Una flecha fue a parar a su estómago y Arcadio cayó como un fardo.

Armándose de valor, Iohan aprovechó el despiste de Deerko para sacar su propia daga del bolsillo y girarse fugazmente.

Reven salió de la espesura y desenvainó su espada, pero ya era demasiado tarde. Deerko estaba tendido sobre la hierba, muerto. Iohan no se dio cuenta de la presencia de Reven, que lo cogió del cuello con una mano y con la otra sacó un frasco. Lo utilizó para recoger algunas gotas de la herida sangrante de Iohan. A continuación, las bebió y rió.

En ese instante, Restol apareció con la hoja de su espada bañada en sangre. Reven, lo miró como si el caballero fuera algo insignificante.

-Adelante, mátame, clávame tu espada…-dijo Reven levantando los brazos.

Restol vio el cuerpo de su compañero caído y enfureció. Corrió hacia su enemigo y le clavó su espada. Sorprendentemente, Reven cayó al suelo exhalando su último suspiro. Al final resultó que la sangre del príncipe no servía para nada.

Restol ayudó a Iohan a levantarse, pero el príncipe se arrodilló ante Arcadio y lloró. Tres lágrimas rodaron por sus mejillas y cayeron sobre la herida de su escolta caído. Milagrosamente, Arcadio abrió los ojos mostrando una mueca de asombro. Restol, que había permanecido todo ese tiempo desolado, abrazó a su compañero y lloró de alegría.

Finalmente se separaron y curaron la herida de Iohan. Después, lo llevaron con Eonion y fueron a contarle que su hijo había perdido un poder, pero que tenía uno nuevo, fruto del compañerismo entre Iohan, Restol y Arcadio: el poder de resucitar a los muertos derramando tres lágrimas sobre ellos.