VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

Abismo generacional

Fran Auñón, 16 años

                 Colegio IALE (Valencia)  

Mis abuelos son geniales. Paco y Laura, Laura y Paco. El orden no altera la fantástica pareja que forman. Los quiero mucho y sé que este sentimiento es mutuo.

Desde pequeño he pasado mucho tiempo con ellos. Dicen que nada es comparable al amor que se siente por tus padres. Yo creo que tampoco al que puedes albergar por tus abuelos. Cuando mis padres me dejaban en su piso, sabía que me volvería a convertir en el niño de la casa, un tanto vacía tras la marcha de mis tíos. Mis abuelos me concedían todos los caprichos, esos pequeños placeres como un huevo de chocolate, que me hacían sentir especial.

Tan especial y único como en los paseos con mi abuela, cuando me llevaba a conocer a sus amigas. Recuerdo vagamente sus nombres, era muy pequeño, pero nunca se me olvidarán las loas que ella dirigía hacia mí: “Es el más listo, el más guapo, el más simpático...”, todo ello acompañado de pellizcos en los mofletes que duelen, pero que se le perdonan. Para ella, mis primos y yo somos los mejores en todo. Supongo que a todas las abuelas les pasará igual. “¿Y de quién es este?”, pregunta una de las amigas. Y oyes el nombre de tu padre o de tu madre con un diminutivo, y te suena raro.

Mis abuelos son los más atentos y están dispuestos a todo por mi, como yo lo estaría por ellos. Las pocas ocasiones que he pasado por el hospital, incluyendo mi nacimiento, han sido los primeros en venir a visitarme. Recuerdo la compañía de mi abuelo los meses que estuve escayolado, y las fantásticas comidas que compartíamos. ¡Está hecho todo un cocinillas! Con él he pasado mucho tiempo. En invierno le acompaño al bar, a “El fritangas”, y comemos frutos secos. En verano asábamos juntos algunas semanas en un apartamento. Ahora que soy mayor, de crucero. ¡Con ellos estoy conociendo toda Europa!

He compartido largas charlas con mi abuela, en las que tratamos temas diversos, desde los últimos cotilleos hasta la historia de amor que la unió a mi abuelo. Ella se enamoró del “chico con la corbata amarilla”, que luego resultó llamarse Paco. Nos divertimos y disfrutamos, como cuando ella canta mientras yo toco el piano. Está muy orgullosa de mí, de mis primos y de toda la familia. Ella misma dice que todos sus sueños se han cumplido en esta vida.

Los días que he pasado en su compañía me han hecho aprender y crecer. Son capaces de divertirte si estás desanimado y te conceden ese punto justo entre libertad y control. Puedes compartir confidencias con ellos porque son los mejores guardianes de secretos. Cuando estoy con ellos, los momentos son especiales. Desaparece todo abismo generacional y me siento totalmente a gusto, aunque nos hayamoss criado en épocas tan distintas.