IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

La palabra mágica

María Estráviz, 16 años

                 Colegio Montespiño (La Coruña)  

Primero nos dijeron que era “abracadabra”, con la que se abría la guarida secreta en la que guardaban los cuarenta ladrones sus tesoros. No es una mala palabra, a Aladín le funcionaba, pero a nosotros ni siquiera nos sirve para abrir una puerta. Si nos olvidamos las llaves, no queda más remedio que recurrir a un cerrajero.

A continuación vino “bidibidabidibu”, que además venía acompañada por un hada y una varita mágica, es decir, por cosas más atractivas que en la anterior. Y lo siento, pero ésta también fue un engaño. No sé si lo que falla son las madrinas de hoy en día, que no creo, pero las niñas ya no sueñan con ser princesas y la varita de moda es la de Harry Potter. En fin, por mucho que lo intentemos ni nos vestiremos gratis, ni tendremos una gran carroza ni, mucho menos, un príncipe a nuestra disposición. Disney, en el fondo, sólo buscaba entretenernos, hacernos soñar. Aunque parezca mentira, personas mucho más cercanas al rey de los dibujos animados también nos han confundido.

Sí la primera palabra es más bien para chicos y la segunda para princesitas, la que propongo ahora es “unisex”. Y es que, ¿quién es el guapo al que no le han repetido mil veces que las palabras mágicas son “por favor”? En cuanto incoábamos un “por favor”, nos daban todo lo que queríamos. ¡Felices tiempos aquellos! A medida que vas creciendo ya no te conceden todo lo que pides porque lo acompañes de esas falsas palabras mágicas. Además, parece que -como la varita del hada- cada vez está más en desuso.

Y entonces, si no es “por favor”, ¿cuál es la palabra mágica? Yo haría un podium. Medalla de oro y plata corresponderían a “perdón” y “gracias”, por este orden. No sé por qué, tan importantes y tan mágicas, nos cuesta tanto emplearlas. El tercer puesto (la medalla de bronce) le corresponde a una palabra que en realidad son dos: “te quiero”. Todos hemos comprobado que o queremos y somos queridos, o nuestra vida carece de sentido. Y, si es tan importante, ¿por qué la pongo en tercer lugar? Porque para querer de verdad hay que saber pedir perdón, perdonar y ser agradecidos. Si no, por mucho que se empeñen en decir lo contrario, cuando sustituimos el amor por utilidad, enamoramiento, conveniencia, cariño…, no es amor y las relaciones no duran.