X Edición
Curso 2013 - 2014
¿Lo mejor para todos?
Judith Fernández Tarradas, 15 años
Colegio Canigó (Barcelona)
¿Cuántas veces hemos tenido que aguantar nosotros, los jóvenes, el dichoso mandato: <<Deja el móvil, que ahora estás en familia y llevas mucho rato con él>>?
Somos muchos los chicos y chicas –entre los que me incluyo- que estamos “enganchados” a los smartphones y a las redes sociales. Por lo que me planteo si la tecnología llegará a sustituir a los buenos momentos en familia. ¿Puede causar serios problemas a los adolescentes y a los que nos rodean?
En primer lugar, es un hecho que la gente -y no sólo los jóvenes- está día y noche atrapada por el móvil. Una consecuencia directa es el cambio en la comunicación. Mejor dicho, las personas pueden sufrir un problema de incomunicación ya que dejan de relacionarse cara a cara para hacerlo exclusivamente mediante Whatsapp, un perfil de Facebook, Tuenti, Twitter, etc. Asimismo, esto provoca una doble identidad o carácter: uno para las redes sociales y otro para la vida cotidiana. Lo que en un principio se creó para favorecer la comunicación, puede acabar destruyéndonos.
En segundo lugar, aparece otro inconveniente. Los adolescentes ya no tenemos tantas aficiones como antes, sino que los teléfonos móviles ocupan la mayor parte de nuestro tiempo. A la vez, estamos sumidos en nosotros mismos y no prestamos a los seres queridos toda la atención que merecen. Sin ir más lejos, hay una frase que corre por las redes sociales: “Hoy se me estropeó internet y tuve que pasar un rato con mi familia: parecen buena gente”. Más que una broma, es una realidad exagerada.
De cualquier modo, no todo es negativo. Los smartphones pueden “googlear” algo que desconocemos y culturizarnos, nos permiten hacer fotos, relacionarnos instantáneamente con aquellos que están al otro lado del planeta, simular carreras de coches u otra clase de juegos… En definitiva, si se aprovechan, pueden facilitarnos el día a día.
Móviles habrá siempre, momentos por vivir y recordar, no.