V Edición
Curso 2008 - 2009
Segunda Oportunidad
Fran Auñón, 14 años
Colegio Iale (Valencia)
Me desperté, rodeado de cartones, en una fría mañana de diciembre. La calle aún estaba desierta, pero sabía que dentro de unas horas se convertiría en una de las más transitadas de Madrid. Algunos ejecutivos cruzaban la calzada apresurados, con sus maletines y hablando por sus “manos libres”. Los niños iban al colegio acompañados por sus madres que, al pasar a mi lado, comentaban en voz baja: “Lo mejor es no mirarlos”, y aligeraban el paso.
Me sentía tan solo, tan falto de cariño, que no podía dejar de pensar en todos los errores que había cometido en la vida. Comencé a pensar en voz
alta: “Ahora comprendo por qué mis padres me advertían que no debía ir con malas compañías, que dejara las drogas y el alcohol. Pero yo, en mi rebeldía, les ignoraba. Por fin he entendido su preocupación, que yo tachaba de fastidio. Pero hay cosas que nunca podré arreglar... Y ahora estoy aquí, tirado en la calle, sin familia ni amigos”
Deje mi gorra en el suelo, boca arriba, esperando que alguien caritativo dejara caer algunas monedas. Se me acercó un hombre alto pero muy delgado, vestido con harapos y con barba, que también aparentaba ser un mendigo. Se sentó a mi lado y entablamos una conversación:
-No seas tan negativo…Te he oído reflexionar y te puedo asegurar que hay gente en peor situación que nosotros. A pesar de que tengamos que subsistir en la calle, podemos presumir de estar sanos.
-De qué me sirve la salud si no tengo oportunidades en la vida -le reproché.
-La esperanza debería ser lo último en perderse. Sólo te diré una cosa antes de marcharme: las oportunidades son como los amaneceres; si uno espera demasiado, se los pierde.
Aquel misterioso hombre se marchó antes de que yo pudiera replicarle.
Me dejó dubitativo acerca del significado de sus palabras. Pronto comprendí.
Recogí mis pertenencias y me marché a toda prisa, sorteando a la muchedumbre, que miraba con sorpresa mi apremio.
Doblé la esquina y me adentré en un edificio en cuya entraba rezaba un
cartel: “Oficina de Empleo”.