XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

A mi compañera Ann 

Marta Zamora Rey, 15 años

              Colegio Puertapalma (Badajoz)  

Will se sentó en el sillón con el corazón en un puño. Miró el papel en blanco y las desgastadas teclas de la máquina de escribir. Antes de empezar puso un disco de jazz para calmarse.

Querida Ann:

Te escribo por primera vez en mucho tiempo. Me dirijo a ti con un firme propósito: pedirte que te vayas. Tu trabajo aquí ha terminado.

No deseo que continúes siendo mi compañera durante el resto de mi vida. No quiero que me acompañes más a las comidas familiares ni a las reuniones de trabajo ni a las visitas a amigos o en mis paseos por la ciudad.

Sé lo que responderás a esta carta. Te excusarás diciendo que no es posible, que desde que nos conocimos estamos destinados a vivir juntos. Sin embargo, por mucho empeño que le pongas, he tomado una decisión inapelable.

Imagino que comprendes mis motivos… Cuando te conocí apenas sabía quién eras, y pensé que la vida contigo podría ser más llevadera. Pero llegaron los problemas: susurraste a mi oído comentarios negativos, sembraste la duda en mi vida diaria e inundaste mi mente de pensamientos irracionales que poco tienen que ver con lo que tiempo atrás era yo.

Creí que podría cambiarte, pero hice mal. Pensé que si huía de ti, mi vida volvería a su cauce normal, pero te encontraba a la vuelta de cada esquina, siempre vigilante, cargada de dañinos pensamientos que infundirme.

Mi mayor error fue intentar ignorarte. Cuanto más aparentaba que no estabas a mi lado, más me demostrabas lo capaz que eras de hacer notar tu presencia. Y no solo a mí, sino a todo aquel que se encontrara presente: en más de una fiesta lograste que el miedo me paralizara, que me temblase el cuerpo, que la cabeza me pesara como el cemento y que mi lengua se enredara, a la par que mi mente se cubría de una niebla espesa.

Por todo esto, pero principalmente por el miedo a encontrarme contigo con el que vivo desde que te conocí, te pido que te vayas. No te lo voy a rogar; te invito a marcharte una última vez, porque a este juego ya hemos jugado otras veces. Y he ganado más veces de las que he perdido.

Esta carta es la prueba de que vuelvo a ganarte la partida. Desde que di contigo me quedé sin palabras, y eso me provocó un terror inmenso. ¿Y si al enfrentarme con la página en blanco no tengo recurso alguno? Pero esta mañana, al levantarme inquieta por haber dormido contigo, con el cuerpo roto y el espíritu cansado de luchar, algo me ha hecho darme cuenta de que he trabajado mucho para escribir, y que no voy a rendirme ahora.

Así pues, te escribo para avisarte de que vuelvo a ganar y de que va quedando menos espacio en la libreta donde anoto nuestras partidas.

Hazte un favor y vete, Ann.

Te desea una feliz derrota,

Will

Cogió la hoja con delicadeza, la dobló y la metió en un sobre. Garabateó el remitente, pero se detuvo en el destinatario. «Ann» era el nombre con el que le había pedido que se dirigiera a ella, pero no su verdadero nombre… Resolvió el problema y bajó a la oficina de Correos.

Esperaría una respuesta, pero Ansiedad («Ann») nunca respondería a su misiva.