III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Adolescentes

Macarena Guerrero Cotrina, 14 años

                 Colegio Entreolivos, (Sevilla)  

    “Vaya, ha llegado el momento de volverse a levantar temprano para llegar a clase. Este cambio tan repentino después de las vacaciones, me resulta muy duro. Los días de playa, en vez de desayunar, almorzaba. Pero, qué le vamos ha hacer... Aunque no soporto el colegio, el mal humor se me pasará con mi pandilla, cuando nos metamos con la gente. ¡Cómo nos gusta acogotar al gafitas de la clase!”.

* * *

    “Ya son las nueve. Suena el timbre del instituto y los alumnos llegan cansados después de las vacaciones. Éste es el día que mas temo del curso, porque todos vienen de mal humor y ese humor lo descargan en los profesores. Si les exiges que trabajen, comienzan a humillarte e, incluso, alguno intenta pegarte. Si haces algún comentario benévolo al alumno que de verdad trabaja, en el recreo le acorralan los demás y lo llevan hasta algún rincón para pegarle. Y el pobre, bajo las amenazas, se lo tiene que callar. Pobre chiquillo y pobres profesores. Cada día tengo menos ganas de que aparezca el siguiente, porque no sabes qué puede pasar. Hoy he visto cómo pegaban a Carlitos. No se podía defender. Son unos canallas. Meterse contra un muchacho indefenso... No soportan que estudie y saque adelante su futuro. Les molesta que sepa más que ellos. Estos matones se están jugando el futuro. Sin embargo, Carlitos tiene claro que quiere estudiar Astrofísica. Yo me he alegrado mucho. No espero menos de él. Le he dicho que para llegar tan alto debe estudiar mucho y me ha respondido con una sonrisa”.

* * *

    “Hoy es viernes. No quiero ni pensarlo. Mi hijo saldrá con su pandilla quién sabe a dónde y llegará a las tantas, a las seis de la mañana... Perdí a mi marido hace unos años. Era alcohólico y se pasaba los días en el bar. Un día ocurrió lo irremediable y nadie le ayudó. Sólo tengo a este hijo y no quiero perderlo. Nunca está en casa. Sólo le veo a la hora de comer y, a veces, a la de dormir. Espero que no se meta en peleas, ni beba ni tome drogas. Sé que me engaño, porque la gentuza con la que se junta no le puede aportar otra cosa. ¡Qué sola me siento!. Rezo por él a la Virgen, para que no se me pierda. Sé que en ocasiones se pone muy agresivo. Cuando le veo así, me echo a llorar, me vengo a bajo y me deprimo. Espero que este chico cambie algún día.”

* * *

    Han pasado los años y estos chicos se han hecho mayores. Tienen novia y piensan en trabajar para formar una familia. Los de la pandilla se defienden con pequeñas “chapuzas”. Sin estudios, ¿qué otra cosa podía esperarse? Ahora que están mentalizados, se han dado cuenta de que si no estudias o si no eres honrado, acabas mal. ‘El Wally’, líder de la pandilla, ha ido al banco para pedir un préstamo. No se lo han dado porque está en el paro y no se fían de que pueda devolverlo. Ha insistido en hablar con el director y la respuesta ha sido negativa. A sus desgracias se suma la droga. A los catorce empezó fumando. De los porros saltó al alcohol, y de ahí a la cocaína. Un día se acercó al banco con su padre. Entonces sí que les recibió el director.

    -Un momento –dijo “El Wally” al pasar al despacho-. Tú y yo nos conocemos.

    En efecto. El director era Carlitos, el gafitas que se mataba a estudiar y al que pegaban a la salida del colegio. Ante su sorpresa, no le guardaba rencor y le concedió el préstamo.

* * *

    Años después se han hecho amigos. ‘El Wally’ se ha dado cuenta de todo lo que Carlitos ha hecho por él y cada viernes quedan para tomar unas cervezas. Carlitos le insiste para que deje las drogas. Poco a poco, lo está logrando.