V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Al empezar una clase

Nuria Xalabarder, 15 años

                 Colegio La Vall (Barcelona)  

Dos niñas corrían por el patio. Eran hermanas gemelas. Se parecían mucho, pero sin llegar al extremo (todo el mundo sabe que dos gemelas nunca son iguales del todo). Se llamaban Ana y Cristina y tenían el cabello peinado de la misma manera, con una trenza de raíz. Llegaban tarde a clase. Detrás de ellas venían también dos de sus amigas. Rocio iba a la clase con Cristina y Carolina con Ana. Habían preparado un plan entre las cuatro: las gemelas se cambiarían de clase para que una pudiera realizar el examen por la otra. Por eso se habían peinado igual y se habían intercambiado pendientes y pulseras.

-¡Vamos, Carolina! -gritó Cristina - Ana, no vayas tan rápido.

-Rocio, Carolina, ¿creéis que cuelo como Cristina? -preguntó Ana.

-Os van a pillar, seguro -respondió Carolina, como siempre tan optimista.

-¡Qué va! Lo lograreis -aseguró Rocio-. ¡Será emocionante!

-Espero, Cristina, que te sepas bien el examen de Castellano -dijo Ana.

-¿Dudas de mí? Sacaré un diez por segunda vez.

Jadeantes, alcanzaron el edificio. Carolina se adelantó con Cristina.

-A ver, despéinate un poco. Ana siempre va con los pelos por ahí... -acabó de destrozarle la trenza.

Cristina pasó de largo de su clase, 4ºA, para dirigirse al B. Algunas de sus amigas la vieron pasar y le gritaron frases de ánimo.

En cuanto Carolina y Cristina entraron en el B, Rocio y Ana se encaminaron hacia el A. Entraron juntas y las rodearon las otras compañeras, avasallándoles a preguntas y comentarios.

-Así que tú eres la vaga... -dijo Marga riéndose.

Los comentarios se vieron interrumpidos por la llegada de la profesora Ana fue al sitio de Cristina, en última fila, bien lejos. Mar le guiñó un ojo y Carmina, la de al lado, le susurró algunos consejos útiles.

Entretanto, en el B...

-¿Qué? -exclamó Cristina aterrada porque el puesto de Ana estaba situado en primera fila, al lado de la profesora.

Carolina, Isabel, Noemí y alguna más le aconsejaban rápidamente:

-Ana siempre muerde el lápiz, tápate con la mano la cara y las piernas cruzadas o estiradas.

En seguida llegó la profesora de Castellano y se repartió el examen.

Cristina descubrió

que era diferente al que ella había hecho. “Espero que me lo agradezca lo que estoy haciendo por ella”. Empezó el examen y, aunque había ensayado la letra de Ana (porque eran muy diferentes), la chapuza que escribía se parecía más a la que tenía al lado que a su gemela. Enseguida lamentó no estar en su clase y echó de menos su desapercibido sitio de última fila.

Cristina sufría en el B. Ana, en el A, se encontraba feliz como en su casa.

¿Consiguieron su propósito...? Esa ya es otra historia para otra ocasión.