VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Al otro lado del muro

José María Jiménez Vacas, 14 años

                  Colegio El Prado (Madrid)  

Sentado sobre una caja de madera, en un camino empedrado, Benevento acostumbraba a descansar. Le gustaba aquel lugar de la ciudad, desde donde observaba los tejados que se perdían hasta el infinito. Además, siempre a la misma hora, cruzaba por denlante de él un anciano que caminaba a pasos cortos, ayudándose por un bastón y con una flor en la otra mano. Nunca se cruzaban las miradas. Nunca habían hablado. Benevento le veía subir hasta el final de la cuesta y detenerse junto a un murete de piedra por el que proseguía su paseo, hasta que se perdía entre las fachadas. Más tarde, el anciano regresaba, cuesta abajo, sin la flor.

-¿Tendrá una enamorada? - pensaba Benevento con sorna.

Esta rutina se repetía día tras día. Benevento no dejaba de observarle cada vez. No obstante, nunca se tomó la molestia de averiguar a dónde se dirigía. Le divertía especular.

Un día nublado, el anciano llegó con una nueva flor en sus manos. Repitió el recorrido acostumbrado y volvió de nuevo, apoyado en su bastón. En esta ocasión, Benevento no pudo resistirse a averiguar el misterioso lugar al que el viejo acudía. Se puso en pie, y caminó deprisa, girando la esquina. Tras el muro que siempre había estado observando, descubrió una Virgen de pequeño tamaño hundida en la roca. Su manto estaba cubierto de flores marchitas; todas menos una. Aquellas flores eran del mismo color que las que llevaba el anciano.

Desde entonces, Benevento tomó asiento en el otro lado del muro, contemplando a la Virgen de singular manto mientras el anciano la adornaba con una nueva flor.