XV Edición
Curso 2018 - 2019
Al ritmo de las olas
Rodrigo López Soto, 17 años
Colegio Tabladilla (Sevilla)
La brisa del mar me acariciaba la cara y me hacía sentir más vivo que nunca. El aroma de la sal y de las algas que los que somos del interior tanto apreciamos, me servía, en esos instantes, como un estímulo. A su vez las olas batían, una tras otra, las rocas oscuras y punzantes. Era un espectáculo contemplar semejante bravura.
Aunque me gustaba observar aquella magnificencia, era consciente de que había trabajo por hacer, así que pasé la mano por el mástil, suave y barnizado. La voz de mi amigo, que estaba a mi lado, interrumpió mis ensoñaciones.
—No es el mástil lo que debes comprobar, necio, sino el estado de las cuerdas, si es que quieres hacer bien el trabajo.
Aunque tenía razón, él no sabía que pasar la mano por el mástil antes de la faena era esencial para mí. Opté por obedecerle. Fui tomando, una por una, aquellas cuerdas. La primera, demasiado tensa, había que aflojarla. La segunda, demasiado floja, había que tensarla. Y así con las demás.
Todo estaba preparado.
Mi amigo colocó la caja de madera y se sentó encima de ella. Volví a comprobar, una por una, las cuerdas con los dedos, ratificando que todo estaba en orden.
La brisa seguía corriendo y el ritmo de las olas marcó la velocidad del primer acorde. Y del segundo. Y del tercero.
—Voy a servirme del compás del mar —dijo mi amigo.
Golpeó con elegancia la caja, mientras yo movía los dedos por el mástil, rasgueando las cuerdas. Las notas de la guitarra se acoplaron al ritmo de las olas, y las voces, los golpes, la alegría… La música, en aquel momento y en aquel lugar, me hizo sentir más vivo que nunca.