II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Alegría

Mª Lourdes García Trigo, 16 años

                 Colegio Entreolivos (Sevilla)  

    Pensaba titular este artículo “Oda a la alegría”, pero después me he dado cuenta de que el sustantivo “oda” hace referencia a la poesía, género en el que no soy muy diestra. Así que taché las tres primeras palabras y así lo dejé: “Alegría”.

    El Romanticismo me gusta bastante: Bécquer, la primera época de Alarcón, Dumas, Salgari, Beethoven, Chopin… Pero después de leer algunas de sus biografías, me deprimí. ¡Todos tenían una vida trágica, llena de dolores, enfermedades, amores imposibles! Incluso alguno eligió el suicidio para poner fin a su existencia. Yo pensaba: “personas que han escrito obras tan bonitas, ¿cómo pudieron vivir tan tristes?” Después, estudiando Literatura y Música, me explicaron que, precisamente, gracias a ese dolor desgraciado, concibieron toda su obra. Hojeando mi libro de Lengua, en aquellas monótonas tardes de estudio, me extrañaba que sólo el dolor pueda producir belleza.

    Estando en esos pensamientos, escuché música en el salón. Agucé el oído. Era la 9º Sinfonía de Beethoven, el último movimiento; comenzaba a cantar el barítono la conocida “Oda a la alegría de Schiller”. ¡Beethoven le puso música a ese poema! ¡Una de sus mejores piezas! El título de la oda resonaba en mi cabeza: “Alegría”.

     He leído millones de veces las Rimas de Bécquer pero, a partir de aquel momento, descubrí en sus primeros poemas un canto a la poesía, al amor, a la vida… En definitiva, ¡a la alegría!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance

las fuentes de la vida,

y el mar o en el cielo haya un abismo

que al cálculo resista,

mientras la humanidad, siempre avanzando

no sepa a dó camina,

mientras haya un misterio para el hombre,

¡habrá poesía!

(Rima IV)


Porque son, niña, tus ojos

verdes como el mar te quejas;

quizás, si negros o azules

se tornasen, lo sintieras.

(Rima XII)

    La vida no es siempre alegre, pero ya que con la pluma podemos crear un mundo nuevo, ¿por qué no consagrarlo a la alegría?