V Edición
Curso 2008 - 2009
Algo más que un sueño
Marta Cabañero, 14 años
Colegio IALE (Valencia)
Laura abrió la puerta de su casa con los ojos llorosos. Nada más entrar, su hijo se abalanzó sobre ella.
-¿Y mi hermanito? –preguntó Pablo, ansioso.
Y obtuvo el más significativo de los silencios. Después, comenzó a sollozar.
Con el corazón encogido, Laura se encaminó a su habitación. Se tumbó en la cama con la vista clavada en el techo, mientras recordaba su paso por el hospital: el doloroso parto, lo mucho que deseó oír el llanto de su bebé, la triste cara del doctor cuando le comunicó la noticia... Se encogió sobre sí misma. Al momento se abrió la puerta. Pablo se tumbó junto a ella y le cogió dulcemente la mano.
-Mamá, no llores. Ya verás como cuando te levantes por la mañana, todo será diferente –le susurró.
-Pablo, tu hermanito no volverá… –murmuró Laura.
-Tranquila. Esta noche lo veremos. Tú solo debes dormir.
Laura suspiró. La imaginación de su hijo no tenía límites. Pero su presencia consiguió mitigar, en parte, su inmensa pena. Pronto se quedó profundamente dormida.
Soñó que la cama despegaba del suelo y que su hijo y ella salían por la ventana. El colchón se elevaba hacia el cielo. Podían rozar las estrellas con la punta de los dedos.
La cama siguió su viaje hacia unas puertas doradas que se abrieron. En mitad de la noche estrellada, Laura y Pablo descendieron a una nube que empezó a desplazarse lentamente. Y de repente, se oyó un potente llanto.
Laura y su hijo corrieron hacia una figura que sollozaba. Era un bebé. Laura lo cogió en brazos y lo meció para tranquilizarlo. Le miró el rostro: tenía sus mismos ojos verdes, aunque su pequeña boquita se parecía a la de Pablo.
De pronto el bebé se removió, inquieto. Laura lo dejó en el suelo y el pequeño comenzó a gatear. Se acercó a una estrella y la cogió. Con la misma sonrisa, se la tendió a su madre.
El cielo comenzaba a clarear. Pablo y su madre tenían que volver. Se abrazaron por última vez alñ bebé y comenzaron el descenso...
Sonó el despertador. Laura abrió los ojos. Se sentía tranquila y feliz, más feliz que nunca. Giró la cabeza y se encontró con la cara de Pablo, que la observaba sonriente.
-Anoche lo pasamos bien ¿verdad?
Intentado buscar un sentido a aquellas palabras, Laura se acordó del sueño. Se le encogió el corazón.
<<¿De verdad he visto a mi hijito? ¿Está en el Cielo?>>, pensó.
-Solo fue un sueño –comentó.
Pero Pablo le replicó suavemente:
-Te equivocas, mamá -y le tendió un cristal del que aún emanabla la luz pura de las estrellas.