V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Aprendiendo a sonreír

Ana Vigo Castillo, 14 años

                   Colegio Alcazarén (Valladolid)  

Se preguntaba si con una simple sonrisa podría mejorar el día a las personas que le rodeaban. Bajó del autobus con esa idea en la cabeza. En la parada observó a un grupo de personas y decidió dibujar una sonrisa en su rostro. Celeste era muy seria, por lo que solo obtuvo una mueca que más que una sonrisa, parecía un gesto de enfado. Al percatarse que la gente la observaba con rareza, se marchó avergonzada.

Apenas llegó a casa, se dirigió a su habitación y empezó a mirarse en el espejo, tratando de adquirir una sonrisa, pero ninguna le parecía adecuada para hacer feliz a alguien. A los pocos minutos apareció su amiga Fátima. Celeste le contó su incapacidad para reír y sonreír y Fátima soltó una carcajada.

-¿Lo ves? Tú puedes reír. En cambio, a mí lo único que me salen son muecas tontas -manifestó Celeste.

-¿Te gusta que me haya reído?

-No, porque fue en son de burla.

-¡Exacto! -exclamó Fátima.

-¿A qué te refieres?

-Si tu sonrisa y la mía no te agradan, es porque la tuya fue forzada y la mía en son de burla. Si verdaderamente quieres que tu sonrisa alegre a la gente, te tiene que salir del alma.

Celeste se fue directa hacia el espejo. Cerró los ojos y empezó a buscar recuerdos agradables: la Navidad, una excursión con sus compañeras de clase, la vez que sacó un sobresaliente en matemáticas, el día de Reyes en que le regalaron una bicicleta...

Fátima la observaba con un mutismo total. De pronto, Celeste consiguió una sonrisa tan verdadera que su amiga se le quedó mirando con asombro.

-¡Lo has conseguido!