V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Aprendiendo a volar

Blanca Rodríguez G-Guillamón, 16 años

                 Colegio Sierra Blanca (Málaga)  

Me lo recordó mi hermano pequeño, cuando con los brazos abiertos simulando que volaba, gritó que él era Peter Pan. Hasta entonces no había caído en la cuenta de que sus palabras encajaban perfectamente con la realidad. Las palabras de Peter Pan, un niño que no quería crecer y que les susurró a sus compañeros de aventuras el secreto para volar: creer. Tenían que creer que aquello a lo que se entregaban era posible, que aunque pareciese un disparate, tenía sentido.

Pasé toda tarde en mi cuarto, dándole vueltas al mismo tema. Ese niño de verde que creía en los sueños ocupó mi mente. Lo dibujé con los brazos extendidos, como mi hermano minutos antes. Una vez terminado, lo pegué junto a la cabecera de mi cama.

A la mañana siguiente volví al instituto, pensativa. Repartieron un par de exámenes que me bajaron la moral, pero parecía estar subida en una nube ajena a la realidad. El secreto estaba en creer.

Comencé a estudiar con constancia todas las tardes. Es cierto que, al principio, me desesperaba, pero lo conseguí. Mis notas mejoraron considerablemente y logré con ello mi primera meta. Mis sueños no eran fáciles de conseguir, por no decir que parecían totalmente imposibles. Sin embargo, luché cuanto pude porque siempre tuve las palabras de Peter Pan presentes. Yo quería ser astronauta. Lo primero era creer en que mi sueño se haría realidad.

Cuando terminé Bachillerato con unas notas excelentes, me sentí orgullosa de mi trabajo. “Estás aprendiendo a volar”, me decía a mí misma. Tenía que seguir trabajando duro. Ingeniería Aeronáutica no es una carrera sencilla. Sabía que muchas veces me vería tentada a abandonar, pero debía creer que era posible. No me equivoqué; los primeros años de carrera fueron muy difíciles. Pero tenía claro lo que quería y, pese a todo, nunca abandoné.

Hoy me ha contratado una agencia espacial para continuar mi aprendizaje. Cuando llegué a casa de mis padres para contarles la noticia, lo primero que hice fue correr a abrazar a mi hermano pequeño. Ahora él tiene veinticuatro años pero, como yo, continua creyendo en Peter Pan.