X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

Aquella mañana de diciembre

Miguel Jiménez de Cisneros Ortiz, 16 años

                 Colegio Tabladilla (Sevilla)  

Metro de Madrid. Línea 7.

Aquella mañana Madrid había amanecido especialmente frío. Y no sólo el frío calaba la ciudad, también el interior de José María. Se sentía triste y culpable, pues hacía dos meses que no hablaba con ella. Deseaba arreglar las cosas porque la echaba de menos y sabía que congeniaban, que se querían. Pero tarde; parecía irremediable.

Exhaló una nube de vaho sobre la ventana del vagón. Durante unos minutos se sumió en sus pensamientos. Le devolvió a la realidad la voz suplicante de un mendigo.

Se puso a observar a la gente del vagón, todos serios y adormilados. Algunos leían y otros escuchaban música. Se dirigían, supuso, al trabajo o a la Facultad, como era el caso de José María. De pronto reparó en una chica. Estaba de espaldas a él y miraba hacia la negrura de la calle. Le resultó familiar. ¡La conocía! Sí, no había olvidado su cabello negro ni el semblante alegre, esa forma de llevar la carpeta. Viajaba sola. Tal vez era una oportunidad para arreglar las cosas. Caviló unos instantes.

-Próxima estación –anunció una voz mecánica-, Guzmán El Bueno.

Era su momento. Ella se bajaba en esa parada. Se decidió.

Las puertas se abrieron y un tropel de estudiantes salió de los vagones. A pesar del bullicio, se colocó justamente tras ella. Subieron las escaleras que daban a la calle.

<<Ahora o nunca>>, se dijo a sí mismo.

Antes de que pudiera cruzar un paso de peatones, la agarró suavemente del brazo. Ella se volvió para desarmarle con la mirada.

-¡José María! –saludó sorprendida.

-Marta… Verás…, me equivoqué. Debería haber sido más comprensivo y no tan impulsivo. Perdóname.

Ella esbozó una sonrisa mitad incredulidad mitad asombro.

-También yo fui una cabezota. Fuimos los dos muy tontos. Pero todo está olvidado... Te perdono. Perdóname tú a mí también.

-Claro que te perdono -sentenció sonriente.

Le extendió el brazo sobre sus hombros.

-Te acompaño hasta la Facultad.

Iniciaron el camino.

Entre el frío José María pensó en la fuerza del perdón.