X Edición
Curso 2013 - 2014
Así hablamos los jóvenes
Irene Martínez Redondo, 16 años
Colegio Ángel de la Guarda (Alicante)
“En plan”… “¿Sabes?”… “Pillas”… “O sea”… “Tío”…, son las muletillas que más usamos los jóvenes y las que más detestan los adultos. Aun cuando no tengan sentido, nos las ingeniamos para meterlas de la forma que sea en nuestras conversaciones y escritos y que, incluso, nos suenen bien. Es más, nos parece que nuestras oraciones se quedan cojas cuando no las utilizamos, como si hubieran sufrido una especie de accidente lingüístico y perdido uno de sus miembros más importantes. Y no son importantes. Son feas. De hecho, quienes las escuchan sienten ganas de firmar una baja por depresión. Porque no es tu “tío” el que le habla, porque no hay ningún “plan” y porque lo único que “sabe” es que está harto de que repitamos siempre las mismas palabras.
Lo cierto es que las muletillas quitan valor al contenido de las frases. Y lo reconoce una adicta al “en plan”, como soy yo. Sin embargo, sé que siempre ha habido muletillas, sobre todo entre los jóvenes. El motivo, la necesidad de comportarnos como la demás gente de nuestra edad, incluso en el habla. De hecho, parece que nunca se vayan a marchar de esta etapa de la vida.
En cuanto empiezas a usar una, hazte a la idea de que vas a tardar mucho tiempo en quitártela de encima. Y para cuando lo hayas conseguido, estarás enganchado a otra. Habrá que confiar en que la edad nos haga madurar también en el uso del léxico.
De todos modos, las muletillas no son el único problema en la forma de hablar de los jóvenes. Si pidiéramos que un adulto describiera nuestra forma de hablar, con toda probabilidad la calificaría de poco formal, por no decir vulgar. Las palabrotas, las ya mencionadas muletillas y la poca maña que tenemos al construir frases son argumentos que apoyan mi tesis. Y, bueno, yo no la contradigo, aunque creo es que no se debe generalizar. No todos los jóvenes somos iguales y, por tanto, no todos hablamos de la misma manera.
Me gustaría apuntar que gran parte de la culpa la tienen los programas de televisión. Por ejemplo, en las series el lenguaje es vulgar y tosco, tal vez para ocultar guiones no demasiado elaborados. Es de esperar, entonces, que las personas con la mente en plena formación las imiten. Resistirse a esta manera de hablar requiere una fuerza de personalidad que no todo el mundo es capaz de desarrollar, ni siquiera en su madurez.