XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

Bébeme

Paula Martínez Perpiñá, 15 años

                 Colegio Iale (Valencia)  

El reloj de cuco de la sala de estar indicó que eran las cuatro de la mañana. Las cosas no habían cambiado desde la pasada hora en punto. Miento: una hora antes yo estaba llena y, ahora, vagamente me encuentro a la mitad.

Javier está sentado frente a mí, fingiendo mirarme, pero realmente contempla su imagen reflejada en mi cuerpo de cristal: unas ojeras negras como el carbón son el complemento ideal a un par de ojos bañados en sangre.

Fija su vista a la derecha, en un inocente amago de evadirse y olvidar mi presencia, aunque como en tantas otras noches, sabe que es en vano.

Revisando la vieja sala de color beige, centra su atención en una fotografía colocada encima de la chimenea. Es una de las razones por las que me ha colocado sobre la mesa. La foto muestra una entrañable estampa familiar: Javier con Gloria, su ex mujer, a su derecha. A su izquierda, los gemelos Marcos y Natalia. Ambos se marcharon a estudiar la carrera universitaria en Múnich. Prometieron volver nada más finalizarla, pero hace tres años de su graduación.

Javier me ha dado otro trago. Ahora solo me queda un cuarto de mi contenido.

Sacude la cabeza mientras se levanta del sofá para caminar por este museo de los recuerdos, su casa. Entra en un pequeño cuarto, al que ha dado la función de máquina del tiempo. Si consigue olvidarse del presente y se centra en lo que le rodea en la habitación, es capaz de volver a la universidad. Porque aquí guarda banderines y sudaderas con el logo de la Facultad de Ciencias Políticas, medallas por diversas competiciones de atletismo y, en una de las paredes, cuelga la galería de todas las celebraciones que vivió durante esos cinco años. Son como un eco de un Javier que nada tiene que ver con el actual.

«Juventud, divino tesoro…», retumba en su cabeza mientras regresa al sofá. Me mira con un gesto de tentación y arrepentimiento. Pero sé cómo va a terminar esta escena.

—Bébeme —le susurro desde la mesa.

Javier me agarra con fuerza y me vacía de un solo trago. Ahora soy otra botella más de su colección.