V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Bella

Patricia Nuñez de Aysa, 16 años

                 Colegio Montealto (Madrid)  

Había oído hablar mucho de ti: grandes piropos, historias que corren de boca en boca, fascinantes por cierto. Pero no tenía el placer de “conocerte”. Lo escribo entre comillas, claro, porque ni siquiera sabes quién soy. Tal vez algún día llegues a saberlo, porque tenga yo esa suerte. El caso es que ayer fui a ver tu primera película.

Éramos tres amigas del colegio. Te confieso que el plan del sábado por la tarde no iba a ser inicialmente ése. Al principio nos dirigíamos a una discoteca del centro, donde habíamos quedado con otras cuantas amigas. La calle estaba a rebosar. Una pequeña masa de adolescentes vagábamos entre las sombras de las ocho y cuarto de la tarde.

Decidimos marcharnos de allí. Aquel ambiente no nos atraía demasiado esa noche. Entonces me acordé de tu película y propuse que fuéramos a verla. El cine siempre es una buena alternativa si se lleva algo de dinero. Se añadían las buenas críticas que de tu producción habíamos escuchado: teníamos ganas, tiempo y permiso, así que después de un par de llamadas conseguimos averiguar la salao y la hora, y allí nos dirigimos en metro.

Los pases eran cada dos horas. Ya estaban agotadas las entradas para esa sesión, por lo que, después de unos minutos de consenso, decidimos comprar para la de las diez y media y nos fuimos a dar una vuelta por la Plaza de España.

Por fin el acomodador nos señaló nuestros asientos y nos situamos frente a la cascada de luz proveniente del cañón y que estallaba en la pantalla, en donde se dibujó, durante más de hora y media, la maravillosa historia que has querido presentar al mundo. Los personajes -tú entre ellos- llamáis a gritos a la verdadera libertad, al verdadero amor, haciendo acopio de todas vuestras fuerzas.

Cierto es, Eduardo, que muchas personas no no quieren escuchar este grito, esta llamada de amor. Yo misma, tantas veces, hago oídos sordos. Pero, por esto, precisamente por esto, quería hoy darte las gracias. Gracias por ser valiente, por sobresalir de la mediocridad que nos carcome y proclamar lo que de verdad importa: el otro, los otros, la vida, la familia, los amigos, los que necesitan ayuda.

Has descubierto tu camino y vas a gastar la vida en recorrerlo, sin importarte qué piensen o cómo te miren los demás. Porque tu valentía nos sirve de ayuda, espero que caigas en la cuenta, Eduardo, de cuánta gente, empezando por mí, empezamos hoy a caminar. Tenemos tanto que dar, tanto que vivir, tanto por lo que ser y hacer felices.

Gracias Eduardo Verástegui. Gracias por tu película “Bella”.