V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Coge tú el mando

Alejandra Vivancos, 15 años

                   Centro educativo Fuenllana (Alcorcón)  

Personas de todas las edades se rinden al hechizo de los medios de comunicación, especialmente al de la televisión, que ha encontrado lugar propio en nuestros hogares y se ha convertido en un nuevo agente formador de niños y adolescentes.

La televisión nos muestra, en ocasiones, modelos de conducta nada ejemplares, así como valores y actitudes que no se corresponden con la realidad. Esto puede dar lugar, si no se eligen los programas adecuados, a un aprendizaje erróneo en aspectos como la relación con los demás, la moda, la personalidad, el comportamiento entre los jóvenes, las drogas y la sexualidad.

Algunas series quieren hacernos creer que lo principal en la vida es pasarlo bien y divertirnos, y que esa diversión se encuentra en el ‘‘descontrol’’, viviendo siempre al límite, buscando sensaciones y emociones nuevas. Que todo se puede conseguir sin ningún esfuerzo. Además, lo aderezan con un lenguaje inadecuado, incluso soez y con escenas reiterativas de violencia. A ellas se suma la publicidad, cuyo objetivo es estimular el deseo y la necesidad de consumir bajo el lema: “cuando consigas lo que te ofrezco, serás feliz”.

Pero nosotros no nos dejamos engañar y sabemos que las cosas que merecen la pena se consiguen con esfuerzo, que la felicidad está en lo que somos y no en lo que tenemos, que somos libres pero responsables de nuestras elecciones, que no vale todo y que ser buena persona no está pasado de moda. Que hay otras muchas maneras de diversión. Debemos hacer ver a la sociedad que la representación televisiva de los jóvenes corresponde en realidad a una minoría, que no todos somos así.

Podría parecer, por mis palabras, que tengo una visión negativa de la televisión, pero no es así. La pequeña pantalla ofrece gran variedad de contenidos. Nosotros debemos saber elegir aquellos programas que potencien estilos de vida positivos, valores que nos ayuden a conseguir una sociedad no solo del bienestar sino también del bienhacer.

Los adultos no deberían olvidar que la obligación de educarnos es de nuestro entorno familiar. Para que esta actividad formadora no se vea interferida por personas y elementos que, a veces, son poco aconsejables, tienen que ayudarnos a aprender a mirar. Esa educación será la que nos prepare para elegir lo que nos conviene ver y lo que no merece la pena.

En defintiva, para ver la televisión coge tú el mando.