VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Cómo vestirse en el año 3000

Ana Patricia Moreno, 16 años

                 Colegio Montealto (Madrid)  

Me contaron una anécdota que me ha hecho reflexionar. En cierta Universidad española apareció una estudiante recién llegada al campus que, con la emoción del primer día, no se sabe aún si se olvidó de ponerse la falda o si se le había encogido en la lavadora. El caso fue que cuando se estaba acercando a su edificio, se cruzó con el conserje, que la saludó amablemente. Después de que ella le devolviera el saludo, el hombre se quedó mirándola y le dijo: “¿Me permites una sugerencia?”. La joven accedió gustosa, pensando que le piropearía su indumentaria. Entonces, el bedel exclamó entre risas: “¡Aquí se viene a aprender, no a enseñar!”.

Parece que a muchos jóvenes le gusta enseñar más de lo necesario. En verano resulta un verdadero desafío distinguir entre una camiseta y un vestido, un traje de baño y la ropa interior, una falda y un cinturón… Algunos se excusan, diciendo que hace calor, pero la cuestión se vuelve preocupante cuando esta actitud se repite en invierno, cuando no distinguimos entre “leggins” y pantalones, camisetas y corsés…

Me produce lástima que estas tendencias afecten, sobre todo, a las mujeres, ya que entre los chicos no suele pasar de llevar los pantalones casi por las rodillas para enseñar sus “Kalvin Klein”. En comparación con los atuendos femeninos, se trata de una anécdota. Lo grave es que no nos damos cuenta de que somos víctimas de los diseñadore, que han decidido que vistamos como ellos quieren y no como nos merecemos, enseñando cada temporada un milímetro más de nuestra intimidad o, lo que es lo mismo, cubriendo un milímetro menos.

A este paso, se acabaron las películas del futuro en las que los ciudadanos van vestidos con monos blancos o de aluminio. Haciendo cálculos matemáticos, al ritmo de un milímetro al año, en el año 3000 los hombres irán vestidos, con suerte, como Tarzán. Las mujeres, nada más y nada menos que como Eva.