XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

Conciencia

Raquel Andreu, 14 años

Colegio IALE (Valencia) 

Estoy bien.

Estoy bien.

Estoy bien…

Esas dos palabras no dejan de repetirse en su mente, como un disco rayado.

Estoy bien. Todo el mundo lo cree, ¿Por qué yo no debería hacerlo? Es ilógico.

¿Cómo te sientes?

Nunca me lo han preguntado, de hecho, ni yo misma me lo he preguntado. No sé qué responder.

¿Cómo se llama?

¿Llamarse quién?

La persona a la que has matado.

Yo no mato a las personas. Yo las salvo.

Eso no es así; lo sabes.

Soy médico. Por supuesto que salvo vidas. No he matado a nadie.

¿Cómo se llama?

No te lo voy a decir.

¿Ni siquiera me quieres decir su nombre? Eres despiadada, no tienes corazón. Deberías haber sido tú, no él.

¡Déjame en paz!

Siempre tengo razón. Todo sería mejor si hubieras sido tú la que estuvo inconsciente en la camilla de aquel hospital. Tu arrepentimiento nunca dejará de atormentarte. La muerte es la mejor de las opciones.

¡Cállate!

¿Y si la gente se entera de que no fue un accidente? ¿Y si saben que quisiste hacerlo?

No... no. Fue un accidente. Yo no tuve la culpa. No soy culpable. No me ha hecho nada malo. No quería que muriese.

Querías que muriera porque te trataba mal. Por eso lo mataste.

¡Yo no hice nada! Él me trataba como me lo merecía.

En ese caso, estás afirmando que merecías todas las palizas que te ha dado. ¿Qué pasó la última vez? ¿Por qué te dejó encerrada en tu habitación?

Él era bueno. Yo soy mala. Por eso me dio un pequeño castigo.

Fueron dos días los que estuviste sin comer ni beber. ¿Es eso un pequeño castigo?

Pero si no he muerto. Tú decías que la muerte era mi única salida. ¿Ahora de que te quejas?

¿Qué pasó?

¿Qué pasó cuándo?

Sabes cuándo. Apúntalo en ese papel.

Eres tan pesado que, solo para que te calles, voy a hacerte caso.

¿Y bien? ¿Cómo lo lograste?

Fue fácil: soy médico. Se bebió un par de cosas… ¿Crees que me estará esperando?

Claro que sí, y deberías ser más considerada. Seguro que se enfada cuando vea cuánto has tardado.

Tienes razón, conciencia. No puedo tardar. Él me espera.

No estoy bien.

No estoy bien.

No estoy bien sin él.

Esas son las palabras que se repitieron en su mente después de escribir aquella nota y presionar el gatillo.

Qué ilusa, pensando que se volverían a encontrar, que junto a él tendría un final feliz.

Lo que no sabía era que, en un diminuto instante de lucidez, no llegaría a accionar el gatillo.