V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Cosas del lenguaje

Olga Nafría Febrer, 15 años

                 Colegio Pineda (Barcelona)  

Es una gran suerte poder leer, ya que se aprende mucho de los libros. En ellos hay aventuras apasionantes, cuentos llenos de ternura y todo tipo de cosas útiles. Una de las más prácticas son las palabras nuevas. En fin, que leer es una de mis grandes aficiones y por ella mi vocabulario se va ampliando poco a poco. Un vocabulario amplio tiene muchas ventajas, entre otras, resulta más fácil expresarse, aunque alguna vez, cuando digo una palabra no muy corriente, mis amigos me miran con cara rara y dicen medio en broma:

-¡Qué repelente eres!

La gente no está acostumbrada a oír términos más o menos cultos, por eso se extrañan. Sin embargo, se ha convertido en algo común escuchar palabras groseras sin que nadie se alarme al oírlas. Hemos llegado a tal punto que confundimos lo grosero con lo habitual.

En nuestra sociedad las palabras malsonantes están demasiado arraigadas, como si no se pudiera hablar sin usarlas. Oímos conversaciones repletas de tacos y son realmente desagradables. Usar tan a menudo interjecciones de mal gusto denota una tremenda pobreza de vocabulario.

Parece que decir tacos fuera una señal de madurez o simpatía. También se utilizan como medio para ser aceptados, como si el hecho de hablar bien impidiese la entrada a ciertos grupos sociales. Pero me pregunto si la madurez tiene algo que ver con decir palabrotas que hasta un niño repite.

Por otra parte, no demuestran simpatía sino mala educación. Incluso ofenden.

“De la abundancia del corazón habla la boca”, escribieron hace dos mil ochocientos años. Cuando una persona dice palabras malsonantes sin freno no debe tener dentro de ella nada mejor que ofrecer. Muestran una personalidad muy pobre, un interior vacío y sucio.

En estos tiempos en los que importa tanto la imagen, tendríamos que tener en cuenta que el lenguaje es una magnífica carta de presentación. ¡Cuántas veces encontramos chicas que aparentan saber estar pero que al abrir la boca lo estropean todo!

Así que prefiero unirme al equipo de las palabras cultas. Después de todo, es mejor pasarse por refinada que por maleducada.