XIV Edición
Curso 2017 - 2018
Crecer por crecer
Mónica Montero, 16 años
Colegio Entreolivos (Sevilla)
Hace menos de un mes salí de fiesta con mis amigas. Al principio todo transcurría con normalidad: algunos jóvenes bebían y todos nos divertíamos. Sí, también hubo quienes bebieron de más, pero tampoco nada fuera de lo que estamos acostumbradas a ver. Sin embargo, en un momento dado, un chico se desvaneció, cayó al suelo y se quedó inconsciente. Tenía doce años. Se había bebido toda una botella de whisky y la ambulancia tuvo que llevárselo porque había sufrido un coma etílico.
A mis dieciséis años he vivido muchas más experiencias de este tipo que mis padres cuando tenían mi edad. Por desgracia, he visto a mis amigos retarse entre ellos por ver quien se ponía más borracho o quien fumaba más. Parece que uno fuera más adulto por consumir alcohol y tabaco a edades tempranas —aunque no haya alcanzado la edad permitida por Ley para beber alcohol y fumar—.
Pretender crecer antes de lo previsto se magnifica cuando pensamos que maduramos al hacer cosas para las que ni siquiera estamos legalmente autorizados. Por alguna extraña razón no escrita en ninguna parte, el adolescente que más bebe es el que mayor respeto consigue entre sus compañeros. Somos jóvenes y queremos experimentar, verbo escrito en nuestro código genético. La mayoría de nosotros hemos probado el alcohol, muchos el tabaco y unos cuantos algún tipo de droga. Es más que posible que hayamos cometido errores en ese sentido, y que acabemos por darnos cuenta de que esa no es la mejor manera de crecer.
Uno crece cuando aprende a ser responsable, alegre, realista, educado, prudente… no por emborracharnos los viernes, arrepintiéndose el sábado de lo que ha hecho la noche anterior.
A los adolescentes, que tenemos toda la vida por delante, a veces nos puede apetecer saltarnos algunos pasos de la vida, como si con eso cumpliéramos años más rápido o nos hiciéramos expertos en no se sabe qué. Deberíamos recapacitar sobre el significado del verbo crecer y analizar si determinadas acciones nos ayudan a madurar o si, por el contrario, sacan al niño caprichoso que aún llevamos dentro.