II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Cuando éramos niños

Miram Vidal-Quadras, 16 años

                 Colegio Canigó (Barcelona)  

    ¿Quién no quisiera volver a aquella edad? A aquella época en la que nuestra mayor preocupación consistía en no ser descubiertos cuando poníamos en práctica alguna de esas travesuras que tan felices nos hacían. A aquellos tiempos en los que nuestro mejor entretenimiento era alcanzar la copa de los árboles con la punta del pie, mientras el columpio subía y bajaba sin parar.

¿Quién recuerda la cara de placer que mostrábamos tras saborear un vaso de leche, y los consecuentes bigotes blancos que nos transformaban en adultos hechos y derechos? Hagamos memoria y pensemos también cuánto viajamos, con nuestra imaginación por transporte y nuestro libro por paisaje. Cómo la voz arrulladora de nuestra madre penetraba incansable en nuestro interior, para convertir nuestra habitación en un barco pirata, en un palacio de princesas o en una humilde casa de madera. Qué tiempo, aquel, en el que nuestro problema consistía en encontrar la solución para vencer a esa misma voz, cuando inevitablemente nos envolvía y nos obligaba a caer rendidos sobre el colchón, transportando el juego al mundo de los sueños y de la fantasía.

¡Qué maravilloso fue ser niño! Y vivir aquella época, llena de alegrías y despreocupaciones, plagada de inocencia. Vivir esos años en los que con facilidad esbozábamos una sonrisa e inundábamos de alegría todas las estancias que pisábamos. Sabíamos encontrar una solución rápida a “enormes” problemas y la mejor música que oíamos era la carcajada que nosotros mismos provocábamos. Esa risa limpia que cualquiera espera ver salir de la boca de un niño, y que falta tiempo para que se contagie a todo aquel que la escuche.

Cuánta grandeza escondíamos en nuestra pequeñez. Grandeza inigualable, que vale la pena recordar.