III Edición
Curso 2006 - 2007
Cuestión de amigos
Remei Pallàs, 16 años
Colegio Canigó (Barcelona)
Hace poco he perdido a uno de los mejores amigos que he tenido nunca. Vivíamos muy cerca y desde pequeños jugábamos juntos. Decíamos aquello de “cuando sea mayor…” y nos confiábamos nuestros secretos.
Fuimos al mismo colegio en primaria, pero en la ESO yo me cambié a otro y creí que perdería su amistad. Gracias a Dios, no fue así.
Enfoqué mis estudios hacia mi sueño, estudiar Dietética y Nutrición. Dediqué tiempo a mi formación moral y conseguí rodearme de amigas que me comprendían y querían.
Él, también cambió. Olvidó que había querido ser médico y empezó a creer que casi nada tenía importancia, ni siquiera sus creencias. Se rodeó de amigos con los que sencillamente salía, con los que pasaba noches de exceso y locura.
Nuestra amistad, por difícil que me parece ahora, no cambió. Él se esforzó por comprender mi mundo, que le parecía inalcanzable. Admiraba la gente que se esforzaba por los estudios, me escuchaba en mis momentos de soledad e incluso me defendía delante de sus amigos.
Intenté comprenderle. Él creía que despreciábamos la vida por no vivirla como una continua diversión nocturna. He dicho que intenté comprenderle, pero no lo conseguí, aunque le eché una mano con algunas asignaturas y pasábamos las horas hablando de mil temas.
Era un buen amigo, de los que te quieren tal y como eres. No le importaba cómo me vistiera, ni mi colegio, ni qué pensaban de él mis compañeras… No. Me quería por nuestra amistad, lo que a los ojos del mundo, parecía un contrasentido.
Por su situación familiar, se sentía muy distinto a los demás. Desde pequeño había días en los que nos sentábamos y estallaba a llorar. Tenía una vida difícil, sin noticias de su padre desde la infancia. Su madre apenas estaba en casa por un amplio horario de trabajo. Él echaba de menos a sus padres. Me entristecía, y aunque a veces me agradecía un abrazo de amigos, yo sabía que nada puede sustituir a una familia.
Empezó a ahogar sus penas en el alcohol. Su madre notó que se dejaba influenciar por malas compañías y decidió mudarse a un pueblo de los alrededores de Barcelona. Él venía a Barcelona cuando podía, para saludarme, para charlar apenas un rato. Él sabía que si seguía sin estudiar, tendría que empezar a trabajar. Él comprendía que necesitaba madurar, poner orden en su vida, pero le faltaba voluntad. Me resultaba realmente difícil ayudarle, aunque comprendía su situación, su impotencia y resignación.
Empezó a frecuenta la bebida antes de la cena. Luego extendió el consumo de alcohol a todas las comidas. Con tan sólo diecisiete años, bebía más que cualquier otro adolescente que yo haya conocido. Quizás no presté suficiente atención a su problema con la bebida. Pensé que sería algo pasajero, propio de la edad y de la gente de la que se había rodeado.
Jaime entró en estado de coma etílico un viernes por la noche y falleció el sábado siguiente. Jaime y tantos otros jóvenes... Todos ellos con nombre y con amigos y amigas como tú y yo.
¿Qué vamos a hacer para evitarlo?