XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

De colores

Jorge Buenestado, 16 años

Colegio Mulhacén (Granada) 

La vida está teñida de emociones. De alguna manera, nuestro cerebro las almacena según sus colores. Cada persona tiene su propio código y cada color significa un sentimiento diferente. Hay personas capaces de distinguir entre un amplio espectro de coloraciones, mientras otras solo ven una larga escala de grises. Estas últimas son incapaces de ir más allá de las emociones primarias, sin matices. Pero no nacemos así. Cuando abrimos los ojos por primera vez, sólo distinguimos un único color. Suele coincidir con uno del arcoíris y es aquel del que están teñidos nuestros mejores recuerdos. Es aquel que denominamos nuestro “color favorito”, pero esto puede cambiar.

Una persona criada junto al mar, cuando se marcha a tierras interiores tiene añoranza del verde y el azul del agua, de la blanca espuma que se bate contra las grises piedras o que se desliza sobre la dorada arena. A su vez, es incapaz de comprender el amor que siente una persona nacida en una montaña, que ama el verde de los prados y los árboles, el siena de la tierra mojada, el granito de los farallones. Y, a su vez, ambos no logran entender lo que pasa por el corazón de alguien criado en la llanura, que pasa de los brotes jugosos del trigo y los golpes rojos de las amapolas al amarillo de la siega.

Sin embargo, hay colores que nos unen a todos los hombres. ¿Quién, al menos una vez, no se ha sentado al aire libre en un lugar despejado, ha alzado la vista al cielo y se ha asombrado ante el infinito color azul que nos cubre y nos protege? Todos hemos jugado a adivinar las figuras que se esconden entre las blancas nubes maizadas por la luz del sol, y nos hemos asustado cuando el cielo se torna negro, anunciando la llegada de la tormenta con truenos violetas y rayos de un fulgor cegador hasta que, como una sonrisa, han asomado de nuevo los haces del sol. A pesar de lo que nos une, cada cual tiene sus predilecciones. La mía, por ejemplo, es un cielo lapislázuli colmado de estrellas que nos hablan y desean ser escuchadas.

Aunque tal vez no seamos conscientes de ello, estas emociones en color nos definen porque cuentan nuestra historia. Cualquier ser humano puede identificarse con la variada paleta de colores formada por la Naturaleza. Así no es difícil entender que debemos cuidarla como a una madre, para que las futuras generaciones también puedan disfrutar de sus coloridos milagros.

La vida está teñida de emociones, unas alegres y otras dolorosas, buenos y malos recuerdos. Es misión de cada uno de nosotros decidir de qué color queremos verla. Y está en nuestra mano cambiarlos si alguno no nos gusta.