XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

De papel y cuero 

Álvaro de Miguel, 17

Colegio Tabladilla (Sevilla)

Madrid bullía con el ajetreo propio de aquellas fechas. Habían comenzado las primeras compras de Navidad y apenas había espacio en las tiendas. En una de las calles peatonales del centro, un joven se abría paso entre los transeúntes. De pronto echó a correr como alma que lleva el diablo. Sebastián no podía llegar tarde a su destino. Por eso zigzagueaba entre la gente, cruzaba la carretera sin mirar, se detenía un momento para consultar un papel que llevaba apretado en el puño de la mano derecha y proseguía su carrera.

Tras casi media hora de idas y venidas, se detuvo frente a un edificio con aspecto descuidado. Despacio se acercó a un portón rojo, escondido entre las sombras, y llamó con decisión. 

Una mujer de pelo negro recogido en una coleta, abrió la puerta. Sus ojos transmitían sabiduría.

–Buenas noches –la saludó Sebastián–. ¿Es usted Macarena?

–Mucho gusto –le dedicó una sonrisa, tenuemente iluminada por la luz de la calle–. Tú debes ser Sebastián.

Se apartó de la entrada y le invitó a pasar.

A Sebastián le llamó la atención el olor de aquel lugar: a cuero y papel, así como lo espacioso que parecía el edificio en su interior. Algunas lámparas encendidas en lugares estratégicos iluminaban modestamente la estancia. Eran el único foco de luz, pues las ventanas estaban tapadas con tablas de madera; madera que también cubría todo el lugar. 

A la derecha y pegada a la pared, había una pequeña mesa y una silla vacía, probablemente de Macarena. También había otras mesas, algunas de ellas ocupadas, en las esquinas opuestas a la entrada. Alrededor, repartidas por la habitación, se alzaban estanterías repletas de unos objetos rectangulares formados por hojas de papel y cubiertos con cuero. Eran la razón por la que Sebastián y el resto de personas que allí se encontraban habían acudido al edificio, que conservaba los últimos libros que existían en Madrid.

Contenían los conocimientos, las ideas, las ficciones, los sueños y los temores de las mentes más brillantes de toda la Historia. En aquellos libros se apoyaban los más sabios pensadores, los más aclamados militares y monarcas. Eran los libros que hasta hacía unos años habían ofrecido refugio a millones de lectores, enamorándolos con sus palabras y absorbiéndolos con sus tramas.

Macarena cerró la puerta. 

–Bienvenido a La Biblioteca Secreta –dijo, con un brillo en los ojos.