XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

De uniforme 

Iñigo Martín Brime, 14 años 

Colegio El Prado (Madrid)

Aquella tarde de viernes fue un desastre. Tenía previsto acercarme con mi pandilla a un centro comercial al que acuden muchos chicos y chicas de mi edad. Puede resultar chocante, pero en mi ambiente cuidamos mucho el modo de vestir. Por eso decidí ponerme una camisa que guardo para las grandes ocasiones. La busqué en mi armario y… nada: todavía dormía el sueño de los justos en el cubo de la ropa sucia, pendiente de pasar por la lavadora y la plancha. Tampoco estaban mis calcetines azules con el divertido estampado del Monstruo de las galletas y, para hacer más honda mi desgracia, al ponerme otro par descubrí que uno de ellos tenía un tomate grande como una moneda de dos euros. Me sentí un hombre desdichado.

No es que sea un tiquismiquis con mi aspecto, pero me gusta ir bien vestido. Por eso, me parece un acierto que en mi colegio tenga que llevar uniforme en vez de ropa de calle. Admito que ambas posibilidades pueden ser adecuadas, ya que para gustos los colores. Sin embargo, vestirme todos los días con las mismas prendas (un pantalón gris, un polo blanco, un jersey azul de pico, del mismo color que los calcetines, y unos zapatos negros), impide que pierda el tiempo ante la duda mañanera del <<Y hoy, ¿qué me pongo?>>. Distinto sería si los uniformes escolares fueran estrafalarios, un conjunto de pantalón naranja y camisa violeta, por ejemplo. Como no es el caso, los escolares que vamos uniformados en una ciudad como la mía -vivo en Madrid-, tenemos la ventaja de no llamar la atención ni de sufrir la tentación de juzgar negativamente a otros estudiantes por cómo van vestidos.

Un adolescente que quiera destacar por su aspecto, no entenderá el uniforme como una ventaja, pues sabe que lo convierte en uno más en la masa, al menos en lo que respecta a la apariencia. Sin embargo, por ir vestidos de la misma manera se puede descubrir que uno no es mejor que los demás a causa de la calidad de la ropa que lleva. Igual que no se puede juzgar un libro por su cubierta, tampoco considerarse mejor que otros por el aspecto, lo que vuelve a hacer interesante la uniformidad escolar.

Pero, insisto, vestir de calle para ir al colegio es otra opción igualmente respetable, por lo que en uno y otro caso debemos adminir la elección que han hecho nuestros padres. Ellos saben qué es lo mejor para cada uno de nosotros.