XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

Del éxito a la
satisfacción

Sara de la Fuente, 14 años

Colegio Iale (Valencia) 

Muchas veces me han advertido de que no podré vivir de mi pasión, pues solo con ella no llegaré a ninguna parte; que la danza está bien, pero como hobby. Al encontrarme en estos momentos ilusionada ante los retos de una nueva función, han vuelto los interrogatorios, para que me dé cuenta de que el baile no da dinero, que me deje de tonterías, que de un millón de candidatos solo dos o tres llegan al éxito. Ahí está la clave: el éxito, una palabra repetida, ambigua, sencilla y complicada a la vez.

Soy bailarina desde siempre, desde antes de tener uso de razón —aprendí a bailar antes de saber caminar—, así que la palabra éxito siempre ha estado en mis oídos. «El éxito es lo único que da de comer a un bailarín», nos decían nuestros profesores.

Pero para mí éxito tiene otro significado: yo lo llamo satisfacción. Esa que desprendes al acabar de actuar o, incluso, cuando al fin te sale ese paso que nunca lograbas terminar bien.

Hace seis meses me lesioné una rodilla al intentar hacer un flip (voltereta en el aire). Aunque debí permanecer de baja, seguí entrenando a pesar de las recomendaciones del médico, de mi familia y de mis amigas. Por suerte mi rodilla sanó.

Cuando llegó el día de la competición estaba nerviosa porque no sabía cómo iba a reaccionar mi rodilla. En el momento de salir al escenario, me caí; la rodilla me falló y me volví a lesionar, pero continué con mi actuación. Cuando las luces se apagaron y cayó el telón, estalló un estruendo de aplausos, pero poco me importaba. Mis compañeras se habían dado cuenta de lo que me había pasado y me abrazaron fuerte, haciéndome saber que estaban conmigo. Entonces entendí que los premios, los aplausos y el éxito no tienen tanto valor, pues la verdadera magia del baile era aquello.

La danza es trabajo, pasión, esfuerzo y sacrificio pero, por encima de todo, la danza es magia. Por eso, desde entonces estoy decidida a no dejar de bailar: en la academia, en mi habitación, sobre un suelo desquebrajado, mojado, sucio… Esté como esté, seguiré buscando la satisfacción de mover mi cuerpo al son de una melodía.